miércoles, 25 de noviembre de 2009
Los forzados de la ruta
De una forma casual, fui a parar con la portada de este espectacular libro sobre los puertos míticos del Tour de Francia. Un libro que no aparece en mi biblioteca porque no dominó el francés, pero que sí que he ojeado a través Google Books. Para todos aquellos que disfruten con este deporte y también para todos los que gusten de la fotografía y de la épica, les aconsejo que le echen un vistazo. Es verdaderamente impresionante (eso sí, advierto que no soy objetivo en esta materia jeje).
Al verlo recordé un libro editado recientemente en castellano, pero escrito allá por 1924. Su autor, Albert Londres que, pese a su apellido, era francés e investigando descubrí (oh, gran wikipedia, nosotros te adoramos...) que fue uno de los fundadores del periodismo de investigación, crítico de los abusos del colonialismo y las prisiones de trabajos forzados.
El caso es que durante aquel 1924 cubrió la información del Tour de Francia y, en una de sus crónicas, fue cuando creó esa expresión conocida por todos de "Los forzados de la ruta" y que da nombre al libro (en realidad se escogió el término 'carretera' en lugar de ruta, pero bueno). Su particular relato y denuncia de aquellos días son los que conforman las páginas de este libro que, éste sí, es probable que ocupe un lugar en mi biblioteca.
Como muestra, os dejo un par de párrafos recogidos en sus páginas y obtenidos a través de un reportaje del diario Público y del blog Pedaleando.
Existen fantasistas que se tragan ladrillos y otros a ranas vivas. He visto a faquires que ”escupen” plomo fundido. Son personas normales. Los verdaderos chiflados son algunos iluminados que el 22 de junio abandonaron París para comer polvo. Los conozco bien; formo parte de ellos.
A los chicos se les prometieron premios, no camillas.
Tienen el sol, tienen el polvo, tienen las nalgas sobre el sillín desde las dos de la madrugada y son las seis y media de la tarde.
Un corredor está detenido en la carretera; no repara su bicicleta, sino su rostro. Sólo posee un ojo vivo, el otro es de vidrio. Se saca su ojo de vidrio para quitarle el polvo: "Sólo hace cuatro meses que lo tengo, todavía no estoy acostumbrado". Se trata de Barhélemy. Lo perdí por culpa de una piedra suelta en la carretera. Tapona su órbita.
- No tienen idea de lo que es el Tour de Francia -dice Henri-, es un calvario. Y aún, el camino de la cruz solo tenía 14 estaciones, mientras que el nuestro tiene 15. ¿Sufrimos sobre la carretera, pero quieren ver cómo vamos? Tenga...
De su bolso, saca un frasco:
- Esto es cocaína para los ojos, y eso cloroformo para las encías.
- Esto, dice Ville, es pomada para calentar las rodillas.
¿- Y píldoras, quieren ver píldoras?
Sacan 3 cajas cada uno.
- En resumen , dice Francis, vamos con dinamita.
¿Aún no han visto el baño, a la llegada?. Cuando nos quitamos el barro, estamos blancos como sudarios. La diarrea nos vacía. (...) cuando descendemos de la máquina, se puede pasar a través de nuestros calcetines, a través de nuestros calzones, ya no queda más que el cuerpo.
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Definitivamente esa OPA ostil habrá que lanzarla...
ResponderEliminarCada día más y mejor.
Pues voy a echar un vistazo a todo eso, porque amén de que mi sueño sea hablar sobre tasas de variación (se ve la ironía, ¿no?), jeje. Desde pequeño he fantaseado con cubrir un Tour de France como periodista.