sábado, 30 de enero de 2010

Si al final va a ser buena y todo


Ya lo dice el sabio refranero español, no hay mal que por bien no venga. Así se han encargado de recordárnoslo José A. Tapia Granados y Ana Díez Roux, de la Universidad de Michigan (EE UU). Según cuenta la revista Foreign Policy, una buena crisis es saludable. De hecho, los autores citados "han analizado la relación entre la esperanza de vida y el crecimiento económico durante la Gran Depresión en EE UU, en la recesión económica de posguerra en Japón y en las europeas más recientes. Con independencia del género, la raza y la nacionalidad, sus investigaciones dan el mismo resultado: las crisis prolongan la vida. Para los empleados, los beneficios para la salud se deben a que se trabaja menos. Con menos horas y un ritmo más lento, el estrés disminuye; la gente reduce el consumo de tabaco y alcohol y pasa más tiempo con la familia y los amigos, y merman los accidentes laborales. El descenso de la producción también significa menor contaminación, lo que protege el corazón y los pulmones. En realidad, la mejora de la salud de los trabajadores durante los estancamientos es tan grande que compensa la peor calidad de vida de los parados".
Por mi parte, quisiera hacer dos matizaciones sobre la cuestión. De un lado, esa última frase (la mejora de la salud de los trabajadores durante los estancamientos es tan grande que compensa la peor calidad de vida de los parados) me duele en el alma porque casi parece que debemos estar agradecidos.
Por otro, lo siento mucho por Salgado, Corbacho y compañía. Los pobres, tan preocupados (con razón) por el envejecimiento de la sociedad y el consiguiente problema para nuestro sistema de pensiones y se encuentran con que, encima, la crisis incentivará dicho proceso. Vamos que les veo rectificando en breve y proponiendo que la jubilación se retrase hasta los 70 años mínimo.

jueves, 28 de enero de 2010

Sharapova, hazte cantante


No hace mucho que arrancó el Open de Australia de tenis, primer grande de la temporada, y como siempre no hizo falta esperar mucho para conocer las primeras sorpresas del torneo. Una de ellas fue la derrota de la campeona en 2008, Maria Sharapova en primera ronda. Inmediatamente arreciaron las voces críticas contra la jugadora, contra su juego y hasta contra su vestuario. Lógicamente tampoco faltaron las comparaciones con Anna Kournikova, como si ello pudiera ser un insulto (ya me gustaría a mi disfrutar de la posición económica de la rusa que, por otra parte, creo que no mató a nadie ni a nadie obligó a convertirla en modelo).
Admito que no vi el encuentro ni que tampoco soy un gran conocedor de este deporte (digamos que lo sigo, pero en la distancia), pero supongamos que son ciertas las críticas y que María debería buscarse otra forma de ganarse la vida que no fuera el tenis. Si ese fuera el caso, le recomendaría encarecidamente que probase suerte en el mundo de la música.
Sí, sí, en la música. Otro sector del que no me considero un gran aficionado, pero que últimamente me ha llamado la atención. El motivo no fue otro que visionar en un breve espacio de tiempo sendos reportajes sobre Shakira y Beyoncé, dos de las artitas del momento. Como no podía ser menos, ambas noticias contaban con el acompañamiento musical de dos de sus éxitos más recientes ('Lo hecho está hecho' y 'Single ladies').
Ahora bien, seguramente se preguntarán qué tienen que ver la colombiana y la estadounidense con la deportista rusa. La respuesta es sencilla: sus grititos.
Mientras la tenista se hacía un hueco (quiero pensar que indeseado) en muchos programas televisivos como consecuencia de los gritos que emitía durante sus partidos, víctima supuestamente del esfuerzo al devolver la pelota al campo rival; las cantantes parecen haber apostado por un nuevo género musical menos basado en la fuerza de sus letras y más volcado hacia...la fuerza de sus diafragmas y pulmones, víctimas, creo yo, del merchandising porque anteriormente no había tal tendencia a utilizar dicho recurso.
Y no, no estoy exagerando. De hecho, como suponía que no me creerían (yo mismo albergaba ciertas dudas), recurrí a Youtube y, cuaderno en mano, analicé las dos canciones anteriormente citadas. ¿El resultado? Shakira emite 32 gritos y 40 gemidos durante los tres minutos y 30 segundos que dura el videoclip, es decir, uno cada tres segundos de media. Por su parte, Beyoncé lanza 106 gritos durante los tres minutos y 19 segundos que dura la canción 'Single ladies', esto es, uno cada 1’87 segundos si bien es cierto que en este caso, aparecen algo más agrupados.
Así las cosas, y generalizando muchísimo, parece que dos de los ingredientes básicos para triunfar en la música internacional hoy en día son una bonita figura, gran flexibilidad y potentes diafragmas para gritar repetidamente al son de la música, cualidades que, parece, Sharapova dispone.

Mi particular reforma laboral


Supongo que fui un estudiante con suerte, sobre todo, si me comparas con los jóvenes que salen ahora de las numerosas universidades que hay en nuestro país. Fui afortunado porque nada más cruzar la puerta de salida encontré un puesto de trabajo que se correspondía con mis cualificaciones. Lógicamente, se trataban de unas prácticas. Remuneradas, escasamente para mi gusto, pero remuneradas. Tal era la pasión por mi profesión (periodismo para quien lo desconozca), que yo mismo incentivé a mis jefes para incumplir la legalidad y trabajar los fines de semana. La causa no era otra que la sección de deportes, la meta que me había marcado desde pequeño, y para alcanzarla no quedaba otra que adentrarme por voluntad propia en el turno más denostado de la profesión.
Como digo, lo hice conscientemente, disfruté y, sobre todo, se ve que hice méritos puesto que, finalizado aquel verano, logre un contrato temporal de seis meses en dicha empresa y además, en mi adorada sección. A dicho acuerdo, le sucedió otro y, después, el primer contrato indefinido de mi vida. Entonces (yo ya tengo cierta edad), sólo era necesario un año para dar el salto.
Así, con diversos altibajos, pero con la tranquilidad como cualidad predominante consolidé mi puesto en el periódico. Por delante, no se abrían grandes expectativas de progreso, pero lo cierto es que no me podía quejar en demasía. Trabajaba en lo que me gustaba. Por si fuera poco, fui compaginando el trabajo matriz con otras colaboraciones en otros medios, también remuneradas claro está, aunque de forma desigual.
Pero, de pronto, casi sin darme cuenta llegó el crack. Yo, con mis humildes rentas jamás había jugado a inversos, ni había adoptado riesgos de ningún tipo en los mercados. Por no tener, ni tenía relación con las hipotecas sub-prime (calificativo que me sonó a chino durante muchos meses, quizás demasiado, he de confesar). Sin embargo, como millones de personas, me vi golpeado por el tsunami generado por los ‘juegos de los todopoderosos’.
Los excesos de unos cuantos y los intereses particulares de otros (que, de pronto eran opuestos a los marcados hasta la fecha) me mandaron a las listas del paro. No estaba solo. Ni mucho menos fui el primero y aún mucho menos el último. De hecho, como reza un eslogan de un conocido banco de color naranja (qué contradicción recurrir a ellos en busca de inspiración), “cada día somos más”.
Por huir hacia delante, opté por realizar un máster, un importante refuerzo para el currículo personal y una forma de reciclarme y ganar capital humano. Iluso de mí, temía no estar a la altura de lo exigido ya que la materia (economía) era una piedra de Rosetta por descifrar.
El tiempo ha demostrado que me equivocaba, como tantas veces. La seriedad y profesionalidad de dicho máster dejaba mucho que desear (utilizó el pasado a propósito, esperanzado en que para el tiempo futuro cambie de verbo) en la mayoría de los casos. Aún así, y ante la que estaba cayendo ahí fuera, lo mejor era continuar y esperar a que el tiempo escampará para relax de las cejas de Zapatero y alivio de millones de familias.
Así llegaron las prácticas y con ellas la particular reforma laboral con la que me he encontrado. A diferencia de lo que les comentaba al inicio de esta entrada, buena parte de las prácticas que se nos ofrecen a través de la Universidad, no están remuneradas. “Es una asignatura de tu máster”, te contestan cuando muestras tu sorpresa, como subrayando, con razón, que los profesores no me pagan por darme clase. Eso sí, no deprimirse que en todos nuestros destinos nos anuncian experiencias como la vida misma, porque no vamos a ser simples becarios, sino que trabajaremos como un redactor/locutor/compañero/etc más.
Es decir, que, mientras antes recibía un sueldo (mejor o peor) por realizar un trabajo del que la empresa correspondiente se beneficiaba; ahora, no sólo no veré un duro sino que habré pagado (el dinero de la matrícula correspondiente al Prácticum obligatorio para obtener el título al final del curso) para poder realizar un trabajo como cualquier otro trabajador de la empresa correspondiente.
Espero de corazón que esto no llegue a oídos de Corbacho y el resto de agentes sociales que ‘nos’ (ENTRECOMILLADO, que quede claro) representan porque si no, ya me veo yo la reforma que se avecinaba.

PD: Antes dije que no sería lógico que los profesores nos pagasen por darnos clase. Bien, en algunos casos, habría que matizar mucho estas palabras dado el trabajo que desempeñan ciertos profesores respecto a sus alumnos. Pero es harina de otro costal.

jueves, 21 de enero de 2010

Groucho Marx y el crack del 29


Acabo de terminar los exámenes del Máster en Periodismo Económico que estoy realizando y qué mejor manera que celebrarlo uniendo estudio y diversión. Estudio de la mano del crack de 1929 y diversión de la mano Groucho Marx, uno de los grandes el humor. Porque, por si no lo saben, les diré que el actor fue una de las víctimas de aquella Depresión y así lo cuenta en sus memorias. Es un texto largo, pero creo que muy ilustrativo de lo que allí aconteció. El documento lo obtuve del blog 'Fresh Family Office' del portal Rankia Comunidad Financiera aunque me consta que aparece en infinidad de páginas web.

"...Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercado de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa muy agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor. Mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street.
Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días: Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo: - Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles, pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. ¡No voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: "Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation" […] Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia. -Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!
De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento.
Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le dijo en un susurro: -Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro, con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietarios de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó. Dijo: - No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una Compañía como la Anaconda.
El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde Nueva York, sólo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran "arriba, arriba, arriba".
Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar.
Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles, ahora inexistente. -Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Luego añadió: -¿Por qué no abandonas el teatro y olvidas esos miserables dos mil semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo ocho representaciones semanales en Broadway.
-Max -contesté-, no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor Sam Harris. Los que por entonces no sabía era que Kaufman, Ruskind, Berlin y Harris también compraban a crédito y que, finalmente, iban a ser aniquilados por sus asesores financieros. Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara quinientas acciones de la Auburn Motor Company.
Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo, con el señor Gordon […] El día anterior, las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros. Me volví hacia mi compañero de golf y dije: -Max, ¿cuanto tiempo durará esto? Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson. -Hermano, ¡todavía no has visto nada!
Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar.
Un día, con cierta timidez, hablé a mi agente acerca de este fenómeno especulativo. - No sé gran cosa sobre Wall Street - empecé a decir en son de disculpa- pero, ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debiera haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones? Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo: - Señor Marx, tiene mucho que aprender acerrca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para llenar un libro.
- Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora ¿qué estaba usted diciendo?
Adecuadamente castigado y amansado, respondió: - Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha cesado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial. Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar mil acciones de Tuberías Crane.

Con cierto cansancio pregunté: -¿Cree que es una buena compra? -No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías. (Se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que apareciesen en las listas de cotizaciones.) -Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías. -Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de Tuberías Crane? Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para doscientas acciones; no, mejor aún, que sean trescientas.
Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba doblar su valor en pocos meses. En los periódicos actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta un centenar de dólares por dos entradas para ver My Fair Lady (Personalmente opino que vale esos dólares.) Bueno, una vez pague treinta y ocho mil por ver a Eddie Cantor en el Palace.
[…] Cantor era vecino mío en Great Neek. Como era viejo amigo suyo cuando terminó la representación fui a verle en su camerino. […] Encanto -dijoCantor-, ¿qué te ha parecido mi espectáculo? Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente no era así, y comprendí que se dirigía a mí. Eddie, cariño - contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio! Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo: -Precioso, ¿tienes algunas Goldman Sachs? -Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas ¿Qué es Goldman Sachs? ¿Una marca de harinas? Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia mí. Por un momento pensé que iba a besarme. -¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman Sachs! -exclamó incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores .
Luego consultó su reloj y dijo: -Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, nene, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar doscientas acciones de Goldman Sachs. Creo que hoy ha cerrado a 156… ¡y a 156 es un robo! Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y nos separamos. ¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Figurese, si no llego a ir aquella tarde al Teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia.
A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento en que se abría la Bolsa. Aflojé el veinticinco por ciento de treinta y ocho mil dólares y me convertí en afortunado propietario de doscientas acciones de la Goldman Sachs, la mejor compañía de inversiones de América.
Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Broadway. Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones se limitaban a la cantidad que tal y tal valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos sus ahorros de toda la vida- en Wall Street.
Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión. De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela.
Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: "Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse." Yo no estaba presente cuando la Fiebre del Oro del cuarenta y nueve. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba al todo el país.
El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro de que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición.
Un día concreto, el mercado comenzó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos fueron presos del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores que por entonces solo tenían el nombre de tales. Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando garantías adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el Banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente para cubrir las garantías que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó.

Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron doscientos cuarenta mil dólares (o ciento veinte semanas de trabajo, a dos mil por semana). Hubiese perdido más pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. [...] Todo lo que dijo fue: "¡La broma ha terminado!" Antes de que yo pudiese contestar el teléfono se había quedado mudo...se suicidó.
En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas palabras lo dijo todo.
Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía. Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del Banco para cubrir las garantías.
Las acciones de Cobre Anaconda se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (no creais que no he leído a Hemingway), y finalmente se estabilizaron a 2 7/8. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a United Corporation se saldó a 3,50. Las habíamos comprado a 60. La función de Cantor en el Palace fue magnífica ¿Goldman-Sachs a 156 dólares? Cuando la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un dólar por acción. El ir al desahucio financiero no constituyó una pérdida total. A cambio de mis doscientos cuarenta mil dólares obtuve un insomnio galopante, y en mi círculo social el desvelamiento empezó a sustituir al mercado de valores como principal tema de conversación..."

PD: No fue la única personalidad que pasó aquellas horas en Nueva York. Según parece, un tal Winston Churchill también se encontraba en el lugar del delito aquella jornada. Segñun sus biógrafos, el posteriormente primer ministro británico recordó tiempo después como la gente caminaba "de un lado a otro como en una película a cámara lenta, ofreciéndose unos a otros enormes paquetes de acciones (...), y sin encontrar a nadie dispuesto a recoger las fortunas garantizadas que estaban obligados a ofrecer".

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La organización de la Vuelta a España quiso dotarle de modernidad y para ello se rodeó de un escenario y de un protagonista muy actuales, el Hotel Eurostars, una de las torres de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, y Custo Dulmau un diseñador de prestigio fuera y dentro de nuestro país. Sin embargo, la presentación del nuevo maillot rojo que identificará al líder de la general de la ronda en su 75 aniversario, fue un paseo por los recuerdos.
Recuerdo, primero, por la propia prenda. Por mucho que Dulmau comunicará que se había inspirado en los guepardos haciendo una “metáfora entre el mamífero terrestre más veloz y el ciclista más rápido” y del hecho de que tanto el animal como el corredor están “rodeados de naturaleza” y “son ganadores”; lo cierto es que algunos recordaban estos días la Vuelta de 1945, aquella que conquistó Delio Rodríguez y que, oh casualidad, también distinguía al primer clasificado con un maillot rojo.
Como se observa en la imagen (recogida del reportaje que José A. Ezquerro publicó en la edición impresa del diario AS), aquel fue el único ejercicio que el rojo identificó al vencedor. Antes y después, multitud de variantes, nada que ver con las otras dos grandes rondas por etapas que hay en el mundo, Giro y Tour, mucho más estables en cuanto a los colores que adornan a los campeones.

Pero los recuerdos también acudieron a las mentes de los periodistas que cubrían el acto cuando, Javier Guillén, director de la prueba; se mostró ayer esperanzado en regresar al País Vasco en la edición de 2011. Opción más que probable y que pondría fin a un divorcio que se inició en 1978. Entonces, mientras el mundo empezaba a conocer a un tal Bernard Hinault (conquistó aquí la primera de sus 10 grandes vueltas por etapas), una serie de incidentes, barricadas provocaron la suspensión de la última etapa de la ronda lo que, unido al hecho de que El Correo Español/El Pueblo Vasco abandonase la dirección organizativa de la prueba, provocaron que Unipublic, el nuevo dueño, eludiera una de las tierras donde más se sigue este deporte.
Desde entonces, hasta ahora, cuando el nuevo Gobierno Vasco ha anunciado públicamente su intención de volver a ser testigo directo de la prueba (de hecho, representantes del Ejecutivo vasco visitaron oficialmente la prueba en 2009, algo inédito hasta la fecha). Por si fuera poco, dicen los entendidos que la proposición le viene de perlas a una dirección de carrera que no recibe peticiones para acoger las salidas ni las llegadas de la carrera como consecuencia de la crisis.
Por lo que se ve, este año volveremos al rojo y el que viene, a la región donde más se ama este deporte en nuestro país. Que sea para bien.

PD: En su edición impresa del jueves, el diario AS recogía los datos de una encuesta sobre el sentir que había generado el nuevo maillot. Pues bien, según parece el 53% de los internautas que accedieron a la misma la consideran ‘muy fea’. ¿Ustedes qué opinan?

lunes, 18 de enero de 2010

Ejemplo chileno


Imaginen la situación. Noche electoral. Rajoy o Zapatero han vencido/perdido las elecciones generales. Pese al amargor por la derrota Rajoy/Zapatero no tarda ni 30 segundos en felicitar al vencedor. Es más, apenas unas horas más tarde se desplaza a Ferraz/la calle Génova con sus familiares para fundirse en un abrazo con su adversario político. La familia socialista/popular presente en la sede brinda una cerrada ovación al perdedor.
¿Se lo imaginan de verdad? Lo más seguro es que su respuesta sea no, pero eso fue lo que sucedió en la noche del domingo al lunes en Chile, tras conocerse los resultados de la segunda vuelta de las elecciones. Allí no estaban Zapatero ni Rajoy (para fortuna de los chilenos), sino Sebastián Piñera, candidato de Coalición por el Cambio, y el ex presidente Eduardo Frei, de la Concertación.
El primero, vencedor, sustituirá al frente del país latinoamericano a Michelle Bachelet, mandataria que dice adiós al cargo con una popularidad altísima (que sin embargo no le ha hecho perder el sentido como a muchos otros dirigentes que se aferran al cargo en los últimos tiempos en la región). La presidenta saliente, compañera de partido de Frei, tampoco dudó en felicitar públicamente por teléfono a Piñera mientras éste le pedía “consejo y ayuda para poder continuar su labor porque su experiencia de Gobierno es muy importante". "Mañana iré a su domicilio y conversaremos", contestó la Bachelet. A continuación la mujer de Piñera tomó la palabra para decirle: "Señora presidenta, quiero decirle que como mujer me siento orgullosa de que usted haya sido la presidenta de los chilenos".
Un ejemplo democrático que ya nos gustaría ver en muchos otros puntos del mapa, España incluida por supuesto. Sobre todo, teniendo en cuenta la trascendencia del relevo. Y es que, la victoria de Piñera supone el retorno de la derecha al poder en Chile tras 52 años (Allende, la dictadura de Pinochet y los 20 años de la coalición progresista creada precisamente contra la dictadura).
Un regreso sin incidentes y eso que las autoridades tenían cierto temor por la peculiar forma de realizar el recuento. Según contaba Jorge Marirrodriga en su crónica para El País, en Chile, “las urnas se abren en presencia del público y de los medios de comunicación. Entonces el presidente de la mesa abre cada voto y lo muestra cantando el nombre del votado. Muchos de los presentes responden con aplausos o abucheos según sea el voto. Y es aquí donde el Ministerio del Interior temía que se pudieran producir incidentes. No pasó absolutamente nada. Cada uno jaleó los votos propios, abucheó los ajenos y luego todos se marcharon, unos a casa y otros a festejar la victoria”.
Lo dicho, todo un ejemplo del que deberíamos tomar nota.

PD: También en Ucrania hubo jornada electoral el domingo, aunque en este caso se trataba de la primera vuelta. Víctor Yanukóvich (pro-ruso) y Yulia Timoshenko (una de las líderes de la Revolución naranja de hace un lustro aproximadamente), se medirán en la segunda vuelta el día 7 de febrero.

domingo, 17 de enero de 2010

La victoria más especial de Alberto


Vivimos en un mundo globalizado. ¿Cuántas veces habrán escuchado esta frase? Seguro que muchas, pero me veo obligado a repetirla para despertar de su letargo a todos aquellos aficionados al ciclismo que anden despistados. Esos que, como marcaba la tradición hace una década, esperaban a los primeros días del mes de febrero para ver a los primeros ciclistas rodar por Palma de Mallorca durante la Challenge. Aquel era para la inmensa mayoría de aficionados españoles, la línea de salida para una nueva temporada (si bien otros países con gran tradición como Francia ya habían dado el banderazo un par de días antes).
Pero los tiempos cambiaron y ahora hay que mirar al otro lado del mundo, a Australia, para ver el inicio de la temporada. Allí se celebra desde mañana lunes, la duodécima edición del Tour Down Under, carrera UCI Pro Tour (de las que bendice la Unión Ciclista Internacional, vamos). Como siempre, la organización ha diseñado seis etapas cortitas y sin excesiva dureza para atraer a las grandes figuras al sol australiano. La más destacada, sin lugar a dudas será la de Lance Armstrong que, al igual que el curso pasado, debutará en el país de los canguros.
Sin embargo, hoy no les queremos hablar del americano sino de su archienemigo Alberto Contador y de una ciudad Willunga. Y es que allí, en los alrededores de Adelaida, el madrileño firmó la que, en numerosas ocasiones ha calificado como mejor victoria de su carrera (y recuerden que quien lo dice ha ganado entre otras cosas, dos cuatro grandes rondas).
Ocurrió un 22 de enero de 2005. Alberto, todavía una promesa en ciernes regresaba a la alta competición. Durante la temporada previa, a raíz de una dura caída durante la primera etapa de la Vuelta a Asturias, se le descubrió un cavernoma cerebral del que tuvo que ser operado. Era su quinto día de competición y de la mano de Luis León Sánchez encabezó el recital del Liberty Seguros, dirigido por Manolo Saiz. El madrileño y el murciano aprovecharon uno de los escasos repechos de la carrera para marcharse en solitario y sentenciar la prueba (Luisle portaba ya el maillot amarillo). Ambos alzaban los brazos a su llegada, lo mismo que hicieron sus compañeros Allan Davis y Javier Ramírez Abeja al encabezar el gran grupo que entró 22 segundos más tarde.
Fue el primer gran destello del escalador de Pinto y la confirmación de que podía volver a competir a gran nivel. Un lustro más tarde, Alberto no volverá a pisar Willunga, escenario una vez más de la llegada de la quinta etapa, ya que ha optado por un stage en Calpe.
Quienes sí volverán al lugar del crimen serán Allan Davis y Luisle, ambos con opciones de anotarse la general (especialmente el primero quien, junto a Greipel parecen los claros favoritos). Como dijimos, también lo hará Armstrong con su nuevo RadioShack, Cadel Evans que también estrena colores, BMC Racing, y Alejandro Valverde que por no estrenar, no estrena ni un inicio de temporada tranquilo con el CONI dando guerra. Todos ellos también han protagonizado diversas e interesantes historias que, a lo largo de la temporada, les iremos contando a través de este blog.
Que arranque el espectáculo.

PD: Esta entrada, junto a (espero) muchas otras surge con motivo de la creación de una nueva sección dentro del blog Sin Hora de Cierre, coordinado por Raúl Masa, quien, en realidad es el 'culpable' de la creación de dicha sección. Lo digo para que los amantes del ciclismo se pasen por allí y accederán a más reportajes, noticias, curiosidades, etc.

PD2: La foto es del gran Graham Watson.

viernes, 15 de enero de 2010

¿Maximizador o satisfactor?


Y tú, ¿cómo eres? ¿Eres una persona maximizadora o satisfactora? No, no enloquecí (de momento), sólo les lanzó esa pregunta tras ver el último programa de Redes, de Eduard Punset: ‘¿Por qué más es menos?’. Durante el mismo, dialogan con el psicólogo americano Barry Schwartz acerca de las consecuencias negativas de nuestro desarrollo. Y es que, según ambos pensadores, el hecho de que en las sociedades occidentales democráticas tengamos libertad para elegir entre infinidad de posibilidades dentro de todos los ámbitos, en lugar de concedernos la esperada libertad y felicidad, nos hace en algunos casos más desgraciados.
El motivo no es otro que el coste que tiene pasarse las 24 horas tomando decisiones y eligiendo. ‘¿Qué me pongo? ¿Qué como? ¿Qué programa quiero ver?’ Y estas preguntas son las sencillas. Luego están otras mucho más importantes como por ejemplo: ‘¿Qué quiero carrera quiero estudiar? ¿Vale la pena que me meta a comprar un piso? ¿Quiero casarme con mi pareja?’.
Durante el programa (se puede visionar bien a través de http://www.rtve.es/alacarta/ o bien a través de http://www.redesparalaciencia.com/), nos hablan de dos tipos de personas: las maximizadoras y las satisfactoras. Las primeras no se conforman con algo bueno, quieren lo mejor y lo peor es que nunca están satisfechos; tras elegir, piensan que se equivocaron y se arrepienten. Sufren más que nadie a la hora de elegir. Las satisfactoras, por su parte, se conforman con algo que sea suficientemente bueno.
Por eso, Schwartz aconseja adoptar la segunda posición, buscar lo suficientemente bueno, no lo mejor; porque para encontrar lo mejor, tendrías que estudiar todas las opciones posibles y eso es algo inalcanzable.
En la charla que mantienen, el estudioso norteamericano también descubre que los seres humanos nos arrepentimos por lo que hacemos a corto plazo; mientras que, a largo plazo, nos arrepentimos por lo que no hemos hecho.
Arrepentimiento que puede llegar a envenenar incluso decisiones más que aceptables porque pensamos que podíamos haber elegido aún mejor convirtiendo la decisión original en algo aún peor.
Dicho esto recapaciten, analicen su interior y ya me dirán. Yo quizás se lo diga, pero eso será en otra ocasión o delante de un café. De hecho, durante el programa indican que, al pasarnos el día eligiendo entre la infinidad de estímulos que nos rodean, nos olvidamos de relacionarnos con los demás. Así que habrá que ponerle solución al tema.

PD: No me resisto a contarles un estudio mencionado durante el reportaje. Según el mismo, en los países industrializados, nueve de cada diez personas tienen una cámara digital, pero sólo un tercio pasa las fotos al ordenador. Nos las compramos por el mero hecho de consumir.

lunes, 11 de enero de 2010

Cambios por el tipo de cambio


A ver Juanjo, trata de recordar. La tercera de las políticas que un Gobierno puede adoptar para corregir los fallos de mercado que se dan en la economía en la política cambiaria o de tipo de cambio.
La misma se centra en la apreciación/depreciación de una moneda en el mercado de divisas o en la revaluación/devaluación de la misma a través de un decisión del Ejecutivo.
Disculpen, pero me pillaron repasando uno de los temas de los que me examinaré mañana en el Máster en Periodismo Económico que estoy realizando. Sí, lo han adivinado, la asignatura es Economía Pública. ¿Qué si es un rollo? Bueno, todo depende. Cierto es que no es un cúmulo de emociones fuertes y sensaciones inolvidables, pero también lo es que nos acerca a un mundo muy presente en nuestras vidas.
De hecho, respecto a la política cambiaria tenemos dos ejemplos. Uno muy reciente; un pelín más lejano. Los dos han provocado consecuencias serias, en el segundo caso, incluso dramáticas. El primero muchos lo habrán escuchado estos días. Hablo de la devaluación del bolívar, anunciada el pasado viernes durante la retransmisión de un partido de béisbol, deporte muy seguido en Venezuela. A partir del lunes, habrá dos cambios oficiales. Por un lado, se incrementó el valor del dólar de 2,15 bolívares fuertes a 2,60 para las importaciones de primera necesidad (alimentos, insumos de salud y compras del sector público). Por otro, para el resto de sectores se utilizará un tipo de cambio de 4,30 bolívares fuertes por dólar, que representa una devaluación del 100% con respecto al valor anterior. Esto es, Chávez devaluó su moneda un 50% (digamos que si antes tenías 100 ahora te quedas de la noche a la mañana con 50).
El motivo expuesto por el mandatario no es otro que aumentar las exportaciones (ahora es más barato comprar productos venezolanos), disminuir las importaciones y, así, aumentar la producción a través de una mayor demanda externa.
¿Qué supone esto? Quizás lo más sonado para nosotros, porque de ello se hicieron eco nuestros periodistas (al menos fue el caso de M. Primera y M. Jiménez, del diario El País donde me enteré de la noticia), sea los perjuicios sufridos por las empresas españolas allí presentes que, de pronto, ven disminuir sus beneficios.
No obstante, lo más llamativo ha sido la reacción de los propios venezolanos, quienes temerosos, con razón, de una más que probable subida de los precios (una devaluación o depreciación de la moneda supone tensiones inflacionistas), se lanzaron a las tiendas de electrodomésticos para poder comprar todo tipo de aparatos, desde refrigeradores, lavadoras, televisores, equipos de sonido, computadoras, en un país donde el afán consumista contrasta con el socialismo que pretende implantar el mandatario desde hace 11 años.
No obstante, mucho peor fue lo acontecido durante el mes de diciembre en Corea del Norte. Una noticia que, en su momento, quise comentar y que ahora, a raíz de los cambios en Venezuela he querido traer a esta entrada.
A continuación les muestro una información publicada por Zigor Aldama para El Correo Digital fechada el 28 de diciembre:
“Se acabaron el mercado negro y la inflación en Corea del Norte. Por lo menos, de momento. El régimen de Pyongyang ha decidido cortar por lo sano y, en su habitual línea dictatorial, ha propinado una bofetada al ya de por sí frágil tejido empresarial del país. Por primera vez en 17 años, ha retirado por sorpresa todo el papel moneda del mercado y lo ha sustituido por nuevos billetes con los que, de facto, aprecia la moneda. Antes de esta medida un dólar estadounidense equivalía a 135 won, aunque, ante la imposibilidad de hacer el cambio en los bancos, en el mercado negro se pagaba a 2.000 o 3.000.
Ahora, de los nuevos won han desaparecido dos ceros, y el Ejecutivo limita la cantidad que cada ciudadano puede cambiar. Eso sí, se mantiene la diferencia con el dólar, que cuesta 1,35 won. No obstante, las restricciones impuestas, que diferentes fuentes cifran entre 300.000 y 500.000 won por cabeza (el equivalente a 1.400 y 2.100 euros), suponen una gran pérdida económica para los norcoreanos, que se ven con un montón de papeles sin valor alguno que, además, han de ser depositados en bancos estatales sin garantía alguna de recuperación. Según el banco central del país, la medida busca impulsar el socialismo, y las autoridades ya han anunciado que no habrá piedad con quienes traten de saltarse el límite.
Pintadas contra Jong-il
El pánico no ha tardado en hacer su presencia, se han producido manifestaciones en las que algunos ciudadanos han quemado pilas de billetes y, lo nunca visto, han aparecido pintadas contra el 'querido líder'. Por esta razón, 12 de los organizadores de las protestas han sido ejecutados el pasado fin de semana tras juicios sumarios. También se ha prohibido la entrada de ciudadanos occidentales, lo cual hace pensar que la tensión es importante.

Siempre según informaciones procedentes de legaciones diplomáticas o medios de comunicación de Corea del Sur o China, ya que la agencia estatal KCNA no ha dado información detallada al respecto, en el país han cesado las transacciones comerciales, las tiendas están cerradas, y se han producido grandes aglomeraciones en los bancos y en las oficinas del Partido de los Trabajadores, el único del país. Otros ciudadanos buscan desesperados cambiar fajos de billetes en el mercado negro, y también ha aumentado la actividad en el puesto fronterizo con China, principal aliado de Pyongyang, y cuyo mandatario, Hu Jintao, estrechará en breve la mano de Kim Jong-il.
Incluso han llegado noticias de suicidios y trágicas estampidas en estaciones de tren que, debido a la imposibilidad de acceder al país, es imposible confirmar. No obstante, la organización Good Neighbors Korea, una de las que facilitan contactos al más alto nivel entre los estados de la península coreana, ha confirmado a este periódico que «se vive una grave situación social cuyo desenlace es difícil prever».
Un brote de capitalismo
En cualquier caso, la medida se considera un movimiento político para dar muerte al mercado negro, que cada día le ganaba más terreno al que controla el gobierno de Kim Jong-il, y que se percibía por los dirigentes como un peligro a la estabilidad de la dictadura y del sistema comunista imperante. Este sector económico, un brote de capitalismo que nació hace una década después de la gran hambruna sufrida por el país, había crecido hasta formar un conglomerado de unos 30.000 comercios en las afueras de la capital. Sistemáticamente, las autoridades han tratado de cerrarlo y algunas ONG denuncian que las mujeres que vendían allí vegetales y productos cárnicos han sido forzadas a trabajar en fábricas estatales.
Curiosamente, el propio gobierno norcoreano flirtea con la economía de mercado en el sur del país, en la frontera con su vecina capitalista. Allí está el complejo industrial de Kaesong, un experimento en el que participan el Ejecutivo norcoreano y empresas surcoreanas y que se aprovecha de la mano de obra barata del norte y, a la vez, da esperanza a un nutrido grupo de trabajadores.
Muchos ven Kaesong como la puerta trasera por la que se dará la apertura al exterior cuando muera Kim Jong-il. Pero, hasta que llegue ese momento, todo apunta a que los 24 millones de ciudadanos norcoreanos están condenados a sufrir”.
Desde entonces la única novedad que he encontrado en la red ha sido la de la prohibición del Gobierno norcoreano, el último día del pasado año, del uso de divisas extranjeras en su país pasando a ser el won norcoreano la única divisa con la que los ciudadanos del país y los extranjeros puedan pagar en aeropuertos, hoteles y en todos los comercios. Con esta prohibición “se pretende impedir que el ciudadano común pueda acumular divisas extranjeras”.
Para que luego digan que la economía no es interesante.

jueves, 7 de enero de 2010

Un uomo solo al comando


Hoy, día de Reyes les voy a hablar de un mito. Un mito de carne y hueso que, por circunstancias de la vida y sobre todo de la muerte, se erigió en un referente para todos los apasionados, en este caso, del ciclismo. Hablo de Fausto Coppi y no lo hago por casualidad, sino porque, recientemente, el pasado día 2, se cumplieron 50 años de su muerte, víctima de la malaria, si bien, años después, se habló de un posible envenenamiento, tesis que no parece tener demasiado fundamento.
El caso es que, con motivo de este aniversario, han sido muchos los artículos entorno a la figura de este histórico ciclista, ganador de cinco Giros de Italia y dos Tours de Francia (de hecho fue el primero en doblar en una misma temporada triunfos en Italia y Francia), entre otras muchas pruebas (según las fuentes se habla de 118 o 144 victorias). Su mote, como no podía ser menos, el ‘Campionissimo’. Con apenas 20 años conquistó la ‘corsa rosa’ por primera vez y eso que partía a las órdenes de Gino Bartali. Fue el comienzo de una ‘guerra’ deportiva que paralizó el país transalpino. Cuentan las crónicas que media Italia era fervorosa seguidora del veterano Gino y la otra mitad de Italia de su sucesor. Una pugna originó ríos de tinta. Sin ir más lejos, la foto que acompaña a esta entrada ha sido motivo de disputa dialéctica desde que aconteció allá por 1952.
Coppi, en primer plano y de amarillo. Bartali con la maglia tricolore. Entre ellos un bidón. Pero, ¿quién se lo cedió a quien? Aunque a muchos les parezca increíble la polémica y el interés entorno a ese acto perviven y pervivirán ya que no quedan testigos vivos de aquel momento.
Pero es que las dos estrellas italianas (Bartali se impuso en tres Giros y dos Tours) eran diametralmente opuestos en todo. Como señalaba Carlos Arribas, Fausto Coppi era “el hombre moderno, laico, contrapuesto al hombre antiguo, a Gino Bartali, de Acción Católica, Democracia Cristiana, amigo de Papas, fumador empedernido, amante de un buen vaso de rosso”. Aún así cuentan que se hicieron grandes amigos y trabajaron el uno para el otro.
No obstante, hubo jornadas en las que el ‘Campionissimo’ no contó con nadie y se lanzó a la locura. Sólo así se entienden las cabalgadas realizadas en el Giro de 1949, cuando, sin necesidad, atacó a 192 kilómetros de Pinerolo con La Madeleine, Vars, Izoard, Montgenevre y Sestriere (todos puertos de primerísima categoría) por delante. En aquella etapa, un periodista conocido radiofónico, Mario Ferretti, hizo famosa la expresión que sirve de titular a esta entrada: “Un hombre sólo al mando, su maillot es blanco y celeste. Su nombre, Fausto Coppi” tal y como recordaba Benito Urrarburu. No le faltaba razón puesto que todas sus victorias en las carreteras las firmó en solitario.

Tampoco esperó a nadie en la Milán San Remo de dos años antes. Entonces atacó en el Passo del Turchino, a mitad de recorrido cruzando la línea de llegada con 14 minutos de ventaja sobre el segundo clasificado, otro récord que se mantiene desde entonces.
Pero como suele ocurrir con los mitos, el aura rodea a Fausto también fuera de la competición. Por eso, al recordarle, Urrarburu rememoraba cuando en 1953 “llevó el escándalo a una Italia muy puritana cuando, en Lugano, donde se celebraron los Campeonatos del Mundo, entregó el ramo de flores que le dieron a Giulia Occhini, la mujer de su médico, con quien se fue a vivir abandonando a su mujer. Nacería otra leyenda, la de 'La dama blanca'. Tanto Coppi como Giulia llevaron adelante su amor. El precio que tuvieron que pagar fue el de dejar a su hijos. El Papa llegó a condenar esa relación. Coppi y su mujer se separaron en 1954. A Fausto le retiraron el pasaporte y Giulia tuvo que ingresar en la cárcel. Acabaron casándose en México, en un matrimonio que nunca fue reconocido en Italia. Vivió la Segunda Guerra Mundial en sus propias carnes. La contienda mundial cortó su carrera de cuajo. El ejército italiano le mandó a África con la infantería 'División Ravenna'. Las tropas de Montgomery, como a otros miles de italianos, le hicieron prisionero. Estuvo en un campo de concentración hasta que le libraron en 1945”, (su gran rival, Bartali salvó la vida de 800 judíos recorriendo las carreteras de media Italia portando pasaportes falsos y aprovechando que, por su fama, ningún oficial fascista le detendría; de hecho, se dice que el triunfo de Bartali en el Tour de 1948 evitó una guerra civil en su país).
El final de Coppi empezó a escribirse cuando aceptó acudir a un criterium en la actual Burkina Fasso junto a Jacques Anquetil y Roger Riviere entre otros. Se negó a tomar quinina y contrajo la malaria. El 27 de diciembre cayó enfermo y una negligencia médica acabó con su vida el 2 de enero de 1960.

martes, 5 de enero de 2010

‘G’ MAYÚSCULA, ‘g’ minúscula


Hace ya algún tiempo, servidor hablo ya en este blog sobre el G-2 que supuestamente rige el mundo actualmente. Un dúo, ya lo saben, compuesto por Estados Unidos y China, la potencia emergente. Una nueva pareja de baile negada reiteradamente por muchos dirigentes que hablan de multilateralismo y mundo bipolar, pero que, como último ejemplo, marcaron el paso en la cumbre de Copenhague (aunque las interpretaciones son variadas y la gran mayoría que han llegado a mis oídos loan el arrojo de Obama que se coló en una reunión de China, Brasil, India y otro país que ahora mismo no recuerdo, y obligó a los chinos a dialogar y a sacar un acuerdo por mínimos, aplaudido por los juglares anteriormente comentados y criticado por el resto de la humanidad).
El caso es que, recientemente y con motivo de la lectura de un libro de el Premio Nobel Paul Krugman y Robin Wells, conocí un dato sorprendente al menos para mí (un poquito de paciencia que ahora se lo cuento).
Investigando, di con un trabajo de Angus Maddison, ‘Historical Statistics for the World Economy: 1-2003 AD’ en el que recoge la evolución del Producto Interior Bruto (PIB), la población y el PIB per cápita de todo el mundo, tanto por países como por zonas geográficas.
Analizando alguno de los datos recogidos en dicho estudio descubrimos que China, ese país emergente, esa nación que se ha erigido por segunda gran potencia contaba en 2003 con un PIB per cápita (medido en dólares Geary-Khamis, una unidad monetaria hipotética que tiene el mismo poder adquisitivo que el dólar estadounidense tiene en los Estados Unidos en un momento dado en el tiempo) similar (4.803 por 4.777) al que el estadounidense medio disfrutaba...ATENCIÓN, EN 1933!!! Y eso teniendo en cuenta que la economía norteamericana, como la del resto del mundo sufría entonces la consecuencia del crack de 1929 (si omitimos ese hecho histórico, hay que remontarse a 1915).
De hecho, atendiendo a ese dato, el PIB por habitante, allá por 2003, eran muchas las naciones que gozaban de mejores cifras. Sin ir más lejos, España contaba con un PIB per cápita 17.021.
Unos números muy elocuentes y, aunque seguro que se están corrigiendo a pasos agigantados (China y el resto de naciones emergentes, crecen a un ritmo infinitamente superior al de las economías avanzadas; de hecho, ayer leía que los países emergentes crecerán el triple durante los próximos cuatro años), demuestran que la ‘g’ que acompaña a los Estados Unidos goza de un mayor poderío que la ‘g’ que viste el país asiático aunque, no cabe duda de que, al igual que se cumple aquello de 'cuando Estados Unidos estornuda, medio mundo se constipa'; si los chinos unen sus fuerzas para hacer algo es muy difícil que se les pueda parar.
A continuación, les ofrezco el gráfico que realicé en el que incluí a aquellas naciones y regiones más interesantes desde mi punto de vista desde 1900 hasta 2003. No obstante, si quieren tener acceso a todos los datos, acudan a http://www.ggdc.net/maddison/Historical_Statistics/horizontal-file_03-2007.xls.


PD: No me puedo resistir a copiar un par de datos lapidarios que Krugman cuenta en el último artículo publicado por el suplemento Negocios del diario El País. El autor viene a decir que comenzamos 2010 en idéntica situación a la que teníamos en al principio de esta década y entre los ejemplos que expone cito dos:
“Ha sido una década con una creación de empleo prácticamente igual a cero. Es cierto que la cifra básica del empleo en diciembre de 2009 será ligeramente superior a la de diciembre de 1999, pero sólo ligeramente. Y de hecho, el empleo en el sector privado ha bajado, la primera década de la que se tiene constancia de que haya sucedido eso.”
“En el momento culminante del supuesto "auge de la era de Bush", en 2007, los ingresos familiares medios ajustados según la inflación eran más bajos que en 1999. Y ya saben lo que pasó a continuación”.
Se ve que, muy a nuestro pesar, en los grandes números se cumplió aquello de Virgencita que me quede como estoy.

viernes, 1 de enero de 2010

La primera mentira del año


No hizo falta que el reloj corriese muchos segundos para recibir el primer bulo del año 2010. Muchos quizás no lo vieran ya que, en un primer momento, la euforia, los brindis y las felicitaciones de año nuevo desviaron nuestra atención de la pantalla. Daba igual, ya nos habían informado de lo que ocurriría horas antes y lo subrayaron horas después. Recién concluidas las campanadas, un espectáculo de luz y sonido celebró el inicio de una nueva presidencia europea española durante los seis meses.
Pues bien, o yo soy muy tonto (que no se puede descartar ninguna hipótesis de antemano) o hace unas semanas, los mandatarios de los países que conforman la Unión Europea eligieron tanto a un presidente como a una ‘ministra’ de Asuntos Exteriores por un periodo de dos años y medio, precisamente, para evitar tanto vaivén con las presidencias rotatorias.
Cierto es que ambos cargos y sus representantes, todavía andan en pañales, pero no lo es menos que el presidente de la Unión Europea ya es Van Rompuy y no el Zapatero, Sarkozy o la Merkel de turno. Eso, muy a nuestro pesar (el orgullo patrio de cada dirigente se ensancha al proclamarse líder del eurogrupo), quiere decir que Zapatero y Moratinos (así como los que les sucedan) deben ser el apoyo fiel y el sustento, pero nunca los jefes. Al menos sí de verdad se cree en el Tratado de Lisboa que eso ya, es otro cantar.
Donde sí seguirán mandando nuestros representantes serán en el resto de parcelas (Economía, Sanidad, etc)

PD: Aunque no lo puedo confirmar, la anterior no fue la única gran mentira que nos colaron en 2010. Otra cuestión que aún debo confirmar es que, TVE, pese a todo lo dicho, continúa emitiendo anuncios. Al menos, nos pareció escuchar el slogan de un conocido banco online con sede en Holanda y color naranja. ¿Fue un desliz o se trata de cumplir acuerdos ya comprometidos? Posiblemente lo segundo, pero, tras tanto bombo y platillo, sería gracioso encontrarnos con anuncios en la pública.