sábado, 30 de enero de 2010

Si al final va a ser buena y todo


Ya lo dice el sabio refranero español, no hay mal que por bien no venga. Así se han encargado de recordárnoslo José A. Tapia Granados y Ana Díez Roux, de la Universidad de Michigan (EE UU). Según cuenta la revista Foreign Policy, una buena crisis es saludable. De hecho, los autores citados "han analizado la relación entre la esperanza de vida y el crecimiento económico durante la Gran Depresión en EE UU, en la recesión económica de posguerra en Japón y en las europeas más recientes. Con independencia del género, la raza y la nacionalidad, sus investigaciones dan el mismo resultado: las crisis prolongan la vida. Para los empleados, los beneficios para la salud se deben a que se trabaja menos. Con menos horas y un ritmo más lento, el estrés disminuye; la gente reduce el consumo de tabaco y alcohol y pasa más tiempo con la familia y los amigos, y merman los accidentes laborales. El descenso de la producción también significa menor contaminación, lo que protege el corazón y los pulmones. En realidad, la mejora de la salud de los trabajadores durante los estancamientos es tan grande que compensa la peor calidad de vida de los parados".
Por mi parte, quisiera hacer dos matizaciones sobre la cuestión. De un lado, esa última frase (la mejora de la salud de los trabajadores durante los estancamientos es tan grande que compensa la peor calidad de vida de los parados) me duele en el alma porque casi parece que debemos estar agradecidos.
Por otro, lo siento mucho por Salgado, Corbacho y compañía. Los pobres, tan preocupados (con razón) por el envejecimiento de la sociedad y el consiguiente problema para nuestro sistema de pensiones y se encuentran con que, encima, la crisis incentivará dicho proceso. Vamos que les veo rectificando en breve y proponiendo que la jubilación se retrase hasta los 70 años mínimo.

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