martes, 8 de diciembre de 2009

Cambio climático, año 2100


Como saben ayer arrancó la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático en Copenhague. Muchas son las voces pesimistas respecto a esta reunión, pero, ¿les interesa saber lo que ocurrirá mucho más allá del 18 de diciembre fecha en la que está prevista la finalización de esta cumbre? Por ejemplo, ¿no les gustaría saber cómo será la lucha contra el cambio climático en el año 2050? ¿Y en el 2100?
Bien, pues ahí va la predicción: en las próximas décadas, los líderes mundiales adoptarán restricciones de emisiones más estrictas que las propuestas –y en la mayor parte de los casos no respetadas– en el Protocolo de Kioto de 1997. Pero no se producirá un verdadero apoyo a regulaciones más exigentes. A mediados de siglo, los estándares obligatorios de emisiones en vigor serán muy inferiores a los establecidos en Kioto, muy lejos de los objetivos para el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que serán debatidos en la reunión de Copenhague. Y hacia el año 2100, la voluntad política para adoptar unos acuerdos más duros se habrá agotado casi por completo.
¿Será verdad? Les emplazo a rememorar estas líneas dentro de 40 años (que muchos aún andaremos por estas tierras), para comprobarlo.
No obstante, en caso de acierto, el mérito no sería mío sino de Bruce Bueno de Mesquita, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York y autor de The Predictioneer’s Game de donde se han extraído estas conclusiones.
Bueno de Mesquita no tiene nada que ver con Aramis Fuster y similares aunque muchos le acusan de ello. Él emplea la teoría de los juegos y se hizo famoso a partir de 1979 cuando, a través de su modelo, predijo que Charan Singh, un desconocido, sería elegido primer ministro de la India ante el estupor general (incluso el suyo propio ya que, conocedor de la región, sus ideas preconcebidas le empujaban a jugársela con otro candidato). Desde entonces y según afirma el propio profesor, la CIA afirma que las predicciones que ha realizado a lo largo de estos años tienen una tasa de acierto del 90%. Por todo ello, puede ser interesante lo que el modelo de Bruce diga sobre el futuro de la lucha contra el cambio climático.
El profesor comienza con datos que reflejan las opiniones de los actores importantes en el calentamiento global: los gobiernos y los grupos de interés afectados. Asimismo mantiene que, con toda probabilidad, cualquier acuerdo que pueda alcanzarse se establecerá fundamentalmente entre ellos. Incluye a la Unión Europea, EE UU (donde la opinión está dividida entre aquellos que se muestran a favor de regular las emisiones y los que se oponen a ello), China e India. Este grupo también lo forman otras economías relativamente grandes, como las de Brasil, Japón, Rusia, Canadá y Australia. Por si acaso, ha tenido en cuenta a las ONG medioambientales, ya que su presencia fue significativa en Bali (reunión celebrada diciembre de 2007 y con metas más modestas que las de Kioto), así como a las empresas multinacionales.
Para cada grupo de interés ha estimado la influencia potencial en las negociaciones conducentes a un acuerdo que sustituya al Protocolo de Kioto, la posición respecto a los controles obligatorios de emisiones, la notabilidad (afán por tener peso en los controles de las emisiones) y la flexibilidad (hasta qué punto el grupo de interés en cuestión está comprometido en buscar un acuerdo –aunque no se trate del que le favorezca más– o se mantendrá en sus trece bajo presión, insistiendo en la política en la que cree).
Ha clasificado las posturas de estos lobbies en una escala de 0 a 100. Una postura de 50 equivale a continuar con los objetivos de gases de efecto invernadero que surgieron del Protocolo de Kioto. Estos estándares exigen recortes respecto a los niveles de emisión de 1990. Los valores más elevados en la escala reflejan estándares más estrictos. Por ejemplo, 60 representa un endurecimiento del 10% en los estándares relativos al punto de referencia de 1990, mientras que 100 supone un aumento del 50% en la reducción obligatoria de emisiones de efecto invernadero con respecto a 1990. Asimismo, por debajo de 50 refleja un debilitamiento de las condiciones del acuerdo de Kioto. Si la postura está por debajo de 50, como ocurre en el caso de China e India, eso significa que no se están cumpliendo los estándares, ni siquiera los limitados objetivos de emisiones establecidos en 1997.
Dado que pueden pasar muchas cosas a lo largo de los próximos 125 años de su simulación, ha aderezado el modelo con choques aleatorios en la notabilidad y en el interés de cada grupo en crear consenso o en aferrarse a su postura.
En términos generales, la línea continua negra del gráfico resultante (ver gráfico adjunto) indica el estándar de emisión más probable pronosticado por el juego. Las dos líneas discontinuas señalan el intervalo de valores regulatorios que con un 95% de seguridad incluye el verdadero entorno regulatorio futuro de acuerdo con las simulaciones. Ese intervalo es muy estrecho, y abarca apenas cinco puntos arriba o abajo en 2050. Después, como cabría esperar, hay una mayor incertidumbre, pero incluso en un futuro tan lejano como el año 2130, el intervalo sólo es unos 10 puntos superior o inferior, por lo que éstos son casi con toda seguridad unos pronósticos bastante fiables.
El valor más probable –la línea continua– refleja la mejor estimación sobre lo que los actores importantes podrían acordar en términos generales si el debate sobre el calentamiento global continuara sin ningún descubrimiento significativo a favor o en contra. Indica dos situaciones.
En primer lugar, la retórica de los próximos veinte o treinta años aboga por estándares más exigentes que los propuestos en Kioto en 1997. Esto se puede saber porque el valor pronosticado a lo largo de 2025 está por encima de 50. Ésa es la parte verde de la historia. En segundo lugar, el apoyo a regulaciones más estrictas desciende casi de manera implacable cuando nos acercamos al año 2050, fecha clave en el debate sobre el calentamiento global. Cuando llegamos a 2050, el estándar obligatorio aplicable está muy por debajo del fijado en Kioto. Hacia 2070 desciende a 30, lo que representa un debilitamiento significativo de los estándares. En 2100 se acerca a entre 20 y 25. No queda ninguna luz verde regulatoria al final de la historia. La cifra indica que existen algunos escenarios más optimistas y algunos otros más pesimistas que quedan fuera del intervalo de seguridad del 95%. El más halagüeño predice que no se producirá ninguna reducción de los controles de emisión. Nunca desciende por debajo de 50. De hecho, la mayor parte del tiempo, el nivel pronosticado de reducción de gases de efecto invernadero ronda el 60, lo que supone un estándar casi un 10% más exigente que el acordado en Kioto. Sin embargo, tan solo el 10% de los escenarios parecen bastante optimistas como para prever siquiera el mantenimiento de la línea en el estándar fijado en el Protocolo de Kioto.
Por el contrario, hay montones de escenarios en los que el estándar cae y se acerca a 0, lo que indica el abandono de los esfuerzos. En estos escenarios, sólo aumenta una cierta mezcla de la notabilidad de Brasil, India y China, mientras que la notabilidad de las posturas a favor de los controles en Estados Unidos (en su mayoría demócratas liberales) y la Unión Europea cae muy por debajo de sus posiciones iniciales, ya que estos países parecen perder interés en la regulación de los gases.
Sin un compromiso de cambio por parte de la UE y de EE UU, es mucho más fácil que las economías en desarrollo más importantes se impongan con el apoyo y el estímulo de la facción estadounidense en contra de los controles (en su mayoría republicanos conservadores).
De Mesquita afirma curiosamente que cuando las naciones emergentes superen a las ricas, se volverán las tornas. Entonces, China, India, Brasil y México serán los que pedirán a gritos un cambio medioambiental, porque eso protegerá su futura posición aventajada, mientras que los países que sean relativamente pobres, de aquí a 100, 200 o 300 años, se resistirán a aplicar políticas que obstaculicen sus esfuerzos para ascender a lo más alto.
¿Acertará? ¿Se equivocará? Si les parece, vayan haciéndome un hueco en su agenda para la primavera de 2050 y lo comprobamos.

PD: Si quieren más información sobre la cuestión, pero no les agrada comprarse el libro en inglés (creo que en español no ha aparecido aún), les recomiendo la lectura del árticulo 'Cambio climático: fórmula para el fracaso' de la revista Foreign Policy.

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