sábado, 27 de febrero de 2010
¡Que le corten la cabeza! (ni por asomo, pobre hombre)
Alicia en el país de las maravillas está de moda por su estreno en cines y con él, aquella frase que exclama la reina: “¡Qué le corten la cabeza!”. Confieso que no recuerdo a quién se la quería cortar (supongo que Alicia, pero la historia en sí no me llamó la atención nunca), pero lo cierto es que el recuerdo me viene ni que pintado.
Y es que recientemente y de forma casual volví a escuchar a la gran Nieves Concostrina, esa periodista de Radio Nacional, recientemente galardonada con el Premio Internacional Rey de España, que tan alegremente nos acerca a un mundo habitualmente triste como el de los muertos.
Aún más recientemente, el pasado jueves, la responsable de la sección ‘Polvo eres’ comentaba en su colaboración en el programa ‘En días como hoy’ la vida y milagros del doctor, Joseph-Ignace Guillotin. Sí, acertaron ustedes, el inventor de la guillotina, fallecido un 25 de enero de 1814
Un hombre que murió en su cama atormentado por la repercusión que su obra había tenido, cuando su deseo era el de evitar el sufrimiento ajeno.
Y es que, claro, el pobre Guillotin, se espeluznaba al ver cómo ejecutaban antiguamente a los presos. Sistemas que, en demasiadas oportunidades no eran del todo eficaces.
Por eso propuso su idea, aunque ésta tuvo que esperar tres años antes de que alguien desempolvase la propuesta y afilase la maquinaria.
Y la idea funcionó, aunque para desgracia del bueno de Joseph-Ignace, a la sociedad no se le ocurrió otra cosa que atribuirle su nombre al invento.
Para desgracia del pobre Guillotin y de sus descendientes que han tenido que cargar con esa particular espada de Damocles sobre la cabeza (era un chiste demasiado fácil lo sé; pero no pude evitarlo).
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