lunes, 22 de febrero de 2010

Anatomía de mil instantes


Ya está aquí el 23-F de nuevo. Eso sí, en esta oportunidad lo viviré de una forma un tanto distinta.
No, tranquilos, que no pienso hacer nada especial. Simplemente, el matiz lo ha introducido (lo está introduciendo por mejor decir), la lectura del libro ‘Anatomía de un instante’, de Javier Cercas. En el mismo, el autor narra todo lo que rodeó a aquel acontecimiento que ha quedado ‘malgrabado’ en nuestras memorias, o cuando menos, en la mía.
Yo, que apenas tenía meses de vida cuando Tejero entró en el Congreso a gritos, siempre había oído que España y, sobre todo, el Rey, se alzó contra el golpe y en defensa de la democracia. Y sin embargo, la realidad fue otra.
Sí, es verdad, el Rey rechazó el golpe a través de un mensaje televisivo. Y días después, millones de españoles se manifestaron en defensa de la democracia, pero antes y en los primeros compases del golpe, el convencimiento no era ni mucho menos tan grande.
Y es que, en los meses previos al 23-F, prácticamente todo el mundo conspiró contra Suárez. Conspiró su propio partido, conspiró la oposición, conspiró el Ejército, la Guardia Civil, los periodistas y también el Rey.
No obstante, cada uno defendía unos intereses distintos. Así, casi todos los políticos optaban por el llamado ‘golpe blando’: derribar a Suárez (ya defenestrado políticamente) y levantar un Gobierno de concentración con un militar liberal a la cabeza (Armada, mano derecha del Rey durante su juventud) que calmase los ánimos de los militares y no acabase con la recién nacida democracia. Dicha línea era aprobada hasta por el PSOE que se reunió con el militar a través de Enrique Múgica en Lérida.
Sin embargo, Tejero defendía un ‘golpe duro’. No era el único y no todos se escondían. Y no me refiero al intento previo (la Operación Galaxia desarticulada un par de años antes), sino a, por ejemplo, la portada del domingo 22 en ‘El Alcázar’.
En ella “se mostraba una foto a tres columnas del hemiciclo del Congreso vacío, bajo la cual, según había hecho el periódico en otras ocasiones, una esfera roja advertía de que la portada encerraba una información convenida; la información se obtenía uniendo mediante una línea recta la punta de una gruesa flecha que señalaba el hemiciclo (en cuyo interior se leía: «Todo dispuesto para la sesión del lunes») con el texto del artículo del director que figuraba a la derecha de la foto; la frase del artículo que señalaba la línea recta daba la hora casi exacta en que el teniente coronel Tejero entraría al día siguiente en el Congreso: «Antes de que suenen las 18.30 del próximo lunes». De modo que, aunque lo más probable es que ninguno de los diputados presentes en el Congreso en la tarde del 23 de febrero supiera con antelación lo que iba a ocurrir, al menos el director de El Alcázar y alguno de sus colaboradores sí lo sabían”.
Según comenta Cercas en su libro, todo se torció cuando los guardias civiles abrieron fuego. La imagen del ‘golpe blando’ se esfumó y se recordaron escenas de años y siglos atrás, cuando los militares imponían su voluntad a sangre y fuego.
Por si fuera poco, cuando Armada y Milans del Bosch, capitán general de Valencia que sacó los tanques a la calle en la capital levantina, trataron de hacer entrar en razón a Tejero para reconducir el golpe y lograr, con el beneplácito de los diputados, un gobierno de concentración y unidad con Armada al frente; el teniente coronel se negó. Él había dado el golpe con el propósito de alcanzar un gobierno de militares, no con los mismos políticos que, según él, estaban llevando a España por el mal camino.
Por si fuera poco, el Rey, rectificó su posición inicial. Sí, es verdad que quería deshacerse de Suárez, pero eso ya lo había logrado sin necesidad del golpe y, sobre todo, la imagen y el sonido de las balas en el Congreso no le favorecían en absoluto.
Por ello, dijo no a la intentona de Tejero. Una negativa a la que, poco a poco y siempre una vez que se vio que el golpe había fracasado, se fueron uniendo el resto de partidos políticos y demás organizaciones.
De hecho, según relata el autor, sólo tres personas se opusieron firmemente al golpe (a la placenta del golpe) en todo momento. Se trata del propio Suárez, del general Gutiérrez Mellado y de Santiago Carrillo, precisamente, los tres hombres que no se escondieron en sus escaños cuando los guardias civiles abrieron fuego.
Todo esto es sólo un resumen de lo que he leído hasta ahora. Si quieren más información no duden en acudir a esta gran obra de Javier Cercas.
Un golpe que, lamentablemente, no ha sido un caso aislado ni en el caso de nuestro país ni en el de muchos otros. De hecho, en 1981, en Egipto, el presidente Sadat fue asesinado durante un desfile militar y hace escasas horas, salía a la luz la detención de medio centenar de militares por intentar derrocar al primer ministro turco Erdogan.

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