jueves, 29 de abril de 2010
Separándonos
Más de un voz se alzó semanas atrás para subrayar lo metafórico que resultaba la erupción del volcán Eyjafjallajökull (que ese parece ser su verdadero nombre y no la versión reducida que todos hemos escuchado/leído durante estos días).
El planeta vomita, o el planeta está que echa humo eran dos de las frases más repetidas.
El caso es que, por culpa de la expulsión y posterior expansión de la nube volcánica, servidor hubo de acudir el pasado miércoles a una jornada sobre volcanes y seguridad aérea.
Admito que, pese a ser enviado en calidad de periodista económico y, por tanto, con la misión de obtener declaraciones sobre la correcta o incorrecta actuación de las autoridades y las compañías aéreas; los datos que más llamaron mi atención fueron los expuestos por el vulcanólogo y vicepresidente del Colegio Oficial de Geólogos, José Luis Barrera. Especialmente, un apunte que para los expertos en la materia les será soso, pero para mi resultó un descubrimiento: cada año, los continentes se separan cinco centímetros.
Y ahí aportó yo nuevas comparaciones con el día a día. Porque cada día nuestra sociedad se separa más.
Por ejemplo, cada vez nos es más incomprensible la realidad económica. Bueno, especifíco que a lo mejor es que yo soy cortito. Cada vez me resulta más incomprensible a mi. Porque no termino de entender cómo, el futuro económico de las naciones esté en manos de unas agencias de calificación que dieron carrete a las hipotecas subprime y, con ello, originaron en parte, la crisis en la que nos encontramos.
Ahora, por el contrario, esos mismos señores se ponen duros respecto al déficit de las naciones y prepárense que vienen curvas.
Tampoco entiendo lo que ocurrió anoche, tras el Barcelona-Inter. No, no me refiero al sabotaje de algún/algunos graciosos que impidieron ver el choque a miles de madrileños. Tampoco al feo gesto del Barça, encendiendo los aspersores para evitar la celebración milanista (también hay que ser tontos; qué les va a importar a los jugadores mojarse, si se iban a duchar enseguida).
Me refiero al hecho de que, nada más caer el cuadro blaugrana, hubo quienes salieron a la calle a lanzar cohetes para celebrarlo como cuando vence su equipo (habitualmente, los cohetes en mi barrio resuenan con los títulos del Madrid o la selección).
Un comportamiento extensible a la prensa madrileña que prácticamente entroniza a Mourinho como Dios Salvador de la patria blanca (que conste que a la inversa ocurre igual y es igualmente reprobable).
Y por último, cada vez nos alejamos más de los orígenes del deporte que más admiro, el ciclismo. Sí, porque hoy, con motivo del 75 aniversario del inicio de la primera Vuelta a España, Josu Garai recuerda que al vencedor de la general se le obsequiaba con 15.000 pesetas, unos 90 euros, según parece. Casi, casi igualito al presente.
Lo que sí que parece que no varía es el rollo del dopaje. Bueno, entonces no se le llamaba así, porque cada uno tomaba sus remedios caseros y punto, mientras que ahora hay toda una industria alrededor (por mucho que me duela admitirlo).
Lo dicho, los seres humanos, como los continentes, no dejamos de separarnos. Eso sí, nosotros llevamos mucho menos tiempo (los continentes comenzaron aproximadamente hace 1.500 millones de años –Mesozoico-).
lunes, 26 de abril de 2010
Tommasso Debenedetti y los 20 euros
Seguramente muchos de ustedes se habrán preguntado quien es el tal Tommasso Debenedetti. No me extraña. Yo habría reaccionado de igual forma.
No obstante, si ustedes leyeron el reportaje de Miguel Mora publicado en la edición de Domingo del diario El País, seguro que le recuerdan.
Para aquellos que no lo hicieron, les cuento brevemente. Tommasso “pertenece a una familia judía romana de muy noble tradición literaria, es nieto de una gloria nacional del siglo XX, Giacomo Debenedetti, escritor, ensayista y gran crítico literario, el primero que entendió en Italia el psicoanálisis y el talento de Marcel Proust. Y es hijo de Antonio Debenedetti, prestigioso crítico de Il Corriere della Sera”.
Pero lo que ha centrado la atención del gran público no es su árbol genealógico sino su enorme talento. Sí, sí. Enorme talento porque el mismo es necesario para inventarse decenas de entrevistas a grandes del mundo de la literatura.
¿Ejemplos? Según citaba Miguel Mora, Philip Roth, Gore Vidal, Toni Morrison, E. L. Doctorow, Günter Grass, José Saramago, John Grisham, los flamantes premios Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio y Herta Müller, entre otros.
De hecho, la lista podría haber sido aún mayor de no haber mediado Philip Roth, quien tuvo conocimiento del engaño a través de la pregunta de otra periodista que quería incidir en sus declaraciones ficticias sobre Barack Obama.
A partir de ahí se fue desenredando toda la trama y se multiplicaron las críticas sobre un Debenedetti que, sin embargo, asegura contar con grabaciones que demuestran que las entrevistas se realizaron.
No obstante, mi mayor interés centra en otro párrafo del reportaje: “Pero, al fin y al cabo, un tipo como Debenedetti debería ser tratado con ternura. El freelance sólo ha obtenido perjuicios de su compulsiva y megalómana mitomanía literaria. Il Piccolo le pagaba 20 euros la entrevista, Libero ni siquiera eso -por ese precio, ¿qué rayos esperaban?-. Como se ve, la vida del colaborador de prensa es cada vez más dura”.
Y tanto Miguel Mora, y tanto. Menudo panorama tenemos por delante en este mundillo si hacer entrevistas a personalidades de primer nivel internacional apenas valen 20 euros.
25 de abril de 1985
Era jueves y se corría la Vuelta. Concretamente, se disputaba la etapa más larga según nos recuerda la hemeroteca de El Mundo Deportivo. Ese día, pasó a la historia porque una joven promesa lograba su primer maillot de líder. Fue el primero de muchos aunque no precisamente en la Vuelta.
El bueno de Alain Laiseka nos lo recordaba ayer en diferentes medios de comunicación. Servidor lo transcribe a continuación porque considero que nunca está de más recordar aquellos aspectos que ya casi hemos olvidado o conocer esos matices que nunca oímos.
"¿El Tour? ¿Yo? ¡Qué dices!"
Sería un 22 de diciembre, o 23, nadie lo recuerda con exactitud, justo antes de Navidad, en todo caso. Eduardo Chozas corría por primera vez en el Reynolds, junto a José Miguel Echávarri, quien nada más ficharle le había dicho que ese año iba a cambiar su forma de afrontar la temporada, que se iba a olvidar de la Vuelta y del Giro y que dilataría su puesta a punto porque el objetivo era brillar en el Tour. El Tour, la gran epopeya para el ciclismo estatal a la que se había asomado con descaro el conjunto navarro con Ángel Arroyo y Pedro Delgado desmelenados, jóvenes, insolentes en la montaña gala. El caso es que cuando languidecía el año 1984, aquel mes de diciembre, el Reynolds reunió a todos sus ciclistas en Pamplona para someterles a unas pruebas de esfuerzo. "A mí me tocó en el último grupo, con Miguel. Él era nuevo, un chaval, pero yo ya le conocía, tenía muy buenas referencias de él de aficionados, del Tour del Porvenir que corrió en septiembre en el que ganó una crono... Pues eso, que nos subimos a la máquina para hacer la prueba. Yo no hice mucho, no había trabajado nada en invierno, pero Indurain... Indurain la rompió, de veras, empezó a echar humo y se paró cuando estaba moviendo una brutalidad, 500 vatios o así. Entonces él era un ciclista con una fuerza increíble".
Recuerda Eduardo Chozas hasta el más intrascendente de los detalles de aquella mañana de diciembre de 1984 porque la escena fue sobrecogedora. En Indurain todo era así. Desproporcionado. Apenas unos meses antes, en septiembre, el chico había debutado en profesionales con el Reynolds en el Tour del Porvenir, en el que ganó la crono larga -30 kilómetros entre Lourdes y Tarbes-. La fe se arraigó entonces en José Miguel Echávarri y Eusebio Unzue. Porque ambos creían fehacientemente que aquel mostrenco que desafiaba el ideario ciclista estatal, el canon de los cuerpos huesudos, casi demacrados, los músculos afilados, la gravitación lunar, la presteza feroz en la montaña, poseía lo que nadie, un poder sobrenatural, una fuerza de magnitud volcánica que ninguno de los dos se atrevía a acotar, a someterla a la predicción, a dibujar una línea imaginaria de proyección que midiera la futura talla ciclista de aquel tiarrón (189 centímetros, 90 kilos) de manos bestiales robadas al campo navarro.
"No podíamos imaginar cuál sería su evolución porque enseguida vimos que Miguel no era un tipo demasiado normal", concede Eusebio Unzue. "No era que ganara, sino la forma tan brutal en que lo hacía. Nunca me ha gustado la palabra exhibición, pero es que no hay otra manera de describir la forma en la que él corría, por ejemplo, en aficionados. Aquel Campeonato de España de Elda que ganó con 18 años... ¡Buff! Fue algo impresionante, de veras, una carrera inolvidable. Lo que pasa es que casi todos los recitales de Miguel eran en el llano o en pruebas de poca montaña. Recuerdo que nosotros le conocimos con 90 kilos. Compara: en los años del Tour pesaba 77-78 kilos. Pero entonces no éramos capaces de pensar que podía ser un corredor de tres semanas. Él era un ciclista impresionante que iba, poco a poco, acumulando detalles".
Detalles: un rompedor periplo juvenil; una trayectoria corta pero de enorme intensidad en aficionados; el Campeonato Estatal de Elda al que Unzue asistió ojiplático; la crono larga del Tour del Porvenir de 1984 -"algo increíble porque nada más llegar superó a ciclistas consagrados como Jean François Bernard o Piotr Ugrumov"-; la prueba de esfuerzo en diciembre de 1984... Y pocos meses después, en abril, un episodio inopinado, el preludio de la leyenda.
camino de Ourense A su primera grande, la Vuelta a España de 1985, llegó Indurain por accidente. "No la tenía prevista, lo que pasa es que Arroyo se puso enfermo y me llevaron a mí", recuerda el ex ciclista navarro. "Como fue todo de rebote, no estaba muy preparado, pero el prólogo de Valladolid, que era corto (5,6 kms.) me venía muy bien". Indurain marcó el segundo mejor tiempo, a 8 segundos de Bert Oosterbosch, un poderoso holandés del Panasonic que había sido campeón del mundo de persecución en 1979, que sumaba en su carrera tres etapas en el Tour de Francia, una en 1980 y dos en 1983, y que murió cuatro años después, en 1989, a consecuencia de un paro cardiaco mientras dormía. Echávarri no salía de su asombro aquel día, recalcaba que Miguel había superado a especialistas del ascendente de Sean Kelly y, sobre todo, que aquel proyecto de ciclista de 20 años había corrido los poco más de cinco kilómetros mentalizado para ganar. "Estamos en el buen camino para que un corredor español gane un prólogo internacional", dijo entonces exultante Echávarri. Sonó a desvarío. Oosterbosch aguantó la siguiente etapa, llana, resuelta al sprint en Zamora. Pero el 25 de abril, camino de Ourense, en una jornada quebrada, todo el día arriba y abajo, con dos puertos significativos, se desmoronó la resistencia del holandés. "Yo ya iba un poco tocado, pero se me acercó la guía y me dijo que el líder se había quedado y que apretase, que tenía que llegar a meta con el grupo como fuese". Miguel aguantó. Era líder. El primer amarillo profesional de su carrera.
algo excepcional "No fue una sorpresa que resistiese aquella etapa. En subidas de dos o tres kilómetros, cortas y explosivas, Miguel se desenvolvía muy bien porque tenía una fuerza brutal. Incluso un día de montaña lo superaba bien a base de tirar de músculo. Lo que pasa es que luego, no podía recuperar tan rápido como los demás por el esfuerzo que suponía arrastrar ochenta y pico kilos cuesta arriba", rescata Chozas, que vivió junto a Indurain aquel momento de euforia desatada en la familia Reynolds, pues tenía un enorme valor simbólico aquel maillot amarillo que portaba un joven talento de la casa, un ciclista cincelado por las manos pacientes de Echávarri y Unzue. "Fue increíble", analiza Unzue, "más que por el resultado, por lo emocionante que era ver a aquel chavalillo de 20 años que corría su primera grande vestido de amarillo. Pero, sobre todo, era un detalle más que reforzaba nuestra certeza: estábamos ante algo excepcional".
Excepcional fue, según Julián Gorospe, uno de los jerarcas de aquel Reynolds, la forma en la que Indurain asumió la situación. "Era muy joven e inexperto, y, sin embargo, no parecía que le pudiese la presión o que aquello le sobrepasara. Lo cogió como algo natural. Estaba feliz, claro, mucho, pero no fue algo que le hiciera volverse loco. Tenía ya forjado el temperamento aquel que años más tarde sedujo a todo el mundo en el Tour. Su tranquilidad, lo pausado de su mirada... Todo eso ya lo tenía entonces, con 20 años, y nunca lo cambió", dice el mañariarra, en cuya impresión ahonda Chozas, obnubilado por la actitud de aquel chaval, pues dice el madrileño que la imagen que se le quedó grabada fue la de llegar al hotel y ver que Indurain apenas le daba importancia a lo que había logrado, que andaba por allí, por los pasillos, y que musitó algo así como "¡Buff! La que me va a caer ahora. Vamos a intentar disfrutar". "Miguel tenía los pies anclados en el suelo". Por eso, recuerda Chozas, tampoco supuso una debacle emocional perder el amarillo cuatro días después, en los Lagos de Covadonga. Le robó el maillot Pedro Delgado, que ganó la etapa. Y la Vuelta. "Bueno, no me lo quitó nadie, lo perdí yo mismo, porque ya en el Fito me quedé y llegué descolgado al principio de los Lagos", matiza Indurain. En meta se dejó 12:15.
En el Peyresourde, en 1988 Era irrelevante, por esperado, aquel desenlace. "Para mí aquella experiencia, vestir el amarillo de una prueba tan grande como la Vuelta, supuso mucho porque fue una sensación que yo no esperaba vivir nunca", descubre Indurain, que recuerda que entonces no tenía en mente las vueltas de tres semanas, sino las clásicas, "las pruebas de un día, que era para lo que trabajaba con José Miguel". Echávarri emparentaba la figura de su percherón con la de Francesco Moser. "Es que", concede Unzue, "su perfil de entonces se asemejaba más al de un Moser que a lo que luego acabó siendo". "Yo sí pensaba por aquel entonces que Miguel iba a ser un grande, pero le veía hinchándose a ganar Mundiales, pruebas de una semana, clásicas belgas, incluso la París-Roubaix. Jamás pensé que llegase a ser un fondista como el que ha sido", abunda Chozas.
¿Quién podía sospecharlo? Ni el propio Miguel, que entonces, como siempre, sólo pensaba "en llegar lo más lejos posible", ni sus mentores, Unzue y Echávarri. "A un chaval de 20 años es imposible verle brillando en las grandes vueltas. Más aún cuando él era un ciclista muy pesado. Progresaba, es cierto, pero yo no me di cuenta de lo rápido que asimilaba el trabajo, de que su evolución era meteórica, hasta año y medio después de aquella Vuelta". Fue en el Tour del Porvenir de 1986, que salía de Portugal y acababa en Francia y pasaba a denominarse Tour de la CEE. Lo ganó Indurain, pero una vez más, como recuerda Unzue, no fue el hecho en sí de la victoria, lo material, lo tangible, lo que le fascinó, sino la forma en que lo hizo, "porque se defendió en la montaña, en los terribles Alpes, en el Izoard y el Montgenevre, ante los colombianos, que entonces eran terribles en las subidas". Sacó aquello a Unzue de su reserva habitual para exclamar: "¡Ojo!, Indurain ganará antes un Tour que una Vuelta".
A Pedro Delgado, el segoviano que le arrebató el amarillo de la Vuelta de 1985 en Lagos de Covadonga y que luego, en 1988, acabó siendo su compañero de equipo en su regreso al Reynolds, le costó algo más convencerse de la capacidad real de Indurain. Fue en el Tour del 88, el que ganó Perico, en los Pirineos, en el Peyresourde. "La etapa acaba en Luz Ardiden y Miguel, que aún era muy pesado para la montaña, tiraba en el Peyresourde al tran-tran, con ese ritmo tan característico suyo. Pues bien, le tuve que gritar y pedir que parara porque el grupo se estaba quedando en nada. Iríamos diez o quince. Yo le decía: "Miguel, ¿dónde vas?". Y él me respondía que estuviese tranquilo, que él iba bien y que prefería tirar ahora porque luego no sabía si aguantaría. Yo le dije que vale, pero que como siguiera así se iba a ir solo. Al fin, paró. Fue entonces cuando vi que Miguel podría ganar un Tour", traza Delgado, quien trasladó al navarro su impresión una de esas tardes soporíferas del julio francés, en el hotel, después de una etapa. Indurain le miró con esos ojos de hombre piadoso que desnudan su personalidad y le habló con la misma calma con la que luego gobernó cinco Tours: "¿El Tour? ¿Yo? ¡Qué dices!".
domingo, 11 de abril de 2010
Desde Rusia... con nostalgia
¿Recuerdan aquellos años en los que infinidad de novelas versaban sobre conflictos entre Estados Unidos y la Unión Soviética? Aparecían como churros con firmas tan conocidas como Tom Clancy o Ken Follet. La guerra fría daba mucho juego, pero el chollo de estos escritores pareció terminar con la desintegración de la URSS.
Aunque estas tramas (y con ellas, las películas, documentales, informaciones varias, etc), menguaron en cantidad, el tema seguía siendo un filón. Seguía y sigue, con permiso de China y otras potencias emergentes.
La duda que Moises Naim, colaborador de El País y director de Foreing Policy, plantea este domingo en la edición del periódico nacional es si lo seguirá siendo en el futuro. Por lo visto, parece que no. Y si no, lean:
Listas rusas
Rusia es el país más grande del mundo. Su territorio ocupa el 12% del planeta y cuando los rusos que viven en uno de sus extremos están en sus tareas de la tarde, sus compatriotas en el otro extremo del país duermen, ya que para ellos son 10 horas más tarde. La grandeza rusa es legendaria y no sólo por su territorio. Sus contribuciones al arte y a las ciencias, su poderío militar y económico y su influencia en la política mundial son legendarias y colocan a Rusia entre las naciones que han moldeado la historia de la humanidad.
Pero es engañoso basarse en el prota-gónico pasado de Rusia para proyectar su futuro. La importancia de Rusia en el mundo viene disminuyendo y no hay nada que indique que esto vaya a cambiar. Seguirá siendo un país con un enorme territorio, armas nucleares y mucho gas. Y sin duda tendrá alguna influencia internacional. Pero cada vez menos.
Hay muchas fuerzas que impulsan esta declinación. Una muy importante es que cada vez hay menos rusos. La población rusa disminuirá en cerca de 10 millones de personas en los próximos 20 años (ahora alcanza a 142 millones de personas mientras que en 1991 eran 149 millones). La mortalidad entre los rusos en edad laboral es de tres a cinco veces mayor que la que se ve en países con niveles comparables de desarrollo. Entre las mujeres, es el doble de la que existe en países similares. Alcoholismo, drogadicción, sida, accidentes industriales y viales y un defectuoso sistema de salud generan esta "hipermortandad" que, combinada con muy bajas tasas de fertilidad, producen la declinación poblacional y cambia la estructura demográfica del país. La población envejece y la fuerza laboral se reduce. También se está alterando la composición étnica del país ya que la población musulmana de Rusia tiene muy altas tasas de fertilidad (la región más fecunda de Rusia es Chechenia).
La demografía tiene consecuencias militares. La más obvia es que en los próximos 15 años la población disponible para el servicio militar disminuirá a la mitad. Esta caída podría compensarse dotando a los militares con armas más modernas. Pero, según Oksana Antonenko, directora del Instituto Estratégico de Estudios Internacionales, en el 2008 sólo el 20% del armamento ruso podía calificarse como moderno. Es sabido además que los militares rusos se enfrentan a enormes trabas para reformarse, modernizarse y evitar que su capacidad operativa disminuya.
Modernizar a las fuerzas armadas cuesta mucho dinero, al igual que mejorar la decrepita infraestructura del país. Antonenko señala que el 70% de los puertos y el 80% de los aeropuertos rusos necesitan de enormes y urgentes inversiones y que la mayoría de la flota de barcos y aviones rusos ya ha sobrepasado su vida útil. Lo mismo ocurre con la red eléctrica, el sistema vial y los ferrocarriles, cuyo deterioro está fragmentando aún más el enorme país. El petróleo y, más aún, las mayores reservas gas del mundo constituyen por supuesto la gran esperanza económica. Así, Rusia se va pareciendo cada vez más a un tradicional país petrolero (pero dotado de armas nucleares) y cada vez menos a una superpotencia.
Para ser una superpotencia hay que tener más que petróleo, gas y bombas atómicas. Desde 1990, Rusia ha ganado cinco premios Nobel; los Estados Unidos, 120. En la clasificación de las mejores universidades del mundo, elaborada por el Cybermetrics Lab, las universidades rusas brillan por su ausencia (la mejor situada llega sólo alcanzar el puesto 266). Según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, que mide una amplia gama de indicadores de calidad de vida, casi todos los países han mejorado en los últimos 20 años. Excepto Rusia, cuyo índice disminuyó.
Pero en las listas de países hay algunas en las que Rusia sobresale. Por ejemplo, es el país que en las últimas dos décadas ha creado más billonarios. Según la revista Forbes, de las 400 personas más ricas del mundo, 50 viven hoy en Moscú (60 en Nueva York y 32 en Londres). No sé por qué esto me recuerda a otra lista en la que Rusia se destaca: está en el lugar 146 en la lista de 180 países incluidos en el índice de corrupción elaborado por Transparencia Internacional. En este ámbito Rusia comparte su posición con Sierra Leona.
Por esta y por otras mil razones es arriesgado suponer que en el futuro del mundo Rusia jugará un rol tan importante como el que jugó en su pasado.
El Infierno
Es el infierno del Norte, es la clásica de todas las clásicas. Es la París Roubaix, un tormento de más de 250 kilómetros de los que casi 52 son sobre pavé, repartidos en 27 tramos.
Segmentos conservados como parte de la historia de Francia y que están calificados según su dureza (una estrella para el más sencillo, cinco estrellas para los más duros).
Una prueba que no necesita de puertos, ni siquiera de cotas para convertirse en un suplicio.
La única carrera, dicen los profesionales, que te obliga a no tocar la bicicleta durante una semana porque tus huesos se hicieron puré con tanto traqueteo.
La prueba que, bajo la lluvia es una trampa constante y que, en seco, provoca que los ciclistas coman tierra.
Una carrera que ha generado miles de documentales y hasta una película (Road to Roubaix).
Una cita que los amantes del ciclismo y del deporte épico no deben perderse en el día de hoy (especialmente mítico es el paso del Foret de Aremberg al que pertenecen estas fotografías, a eso de las 14,20 horas por Teledeporte).
Y qué mejor muestra de lo que pueden llegar a sentir los ciclistas que hoy tomen parte en esta carrera que el vídeo que encontré en Youtube. Se trata de uno de los entrenamientos del equipo Sky, el de mi querido Flecha.
Concretamente, la cámara va en la bicicleta de Michael Barry, uno de los nueve que mañana tratarán de llegar al velódromo de Roubaix.
Espero que lo disfruten (y todo sea dicho, que no se mareen).
miércoles, 7 de abril de 2010
Tengo una duda
Así es, tengo una duda, pero antes les pondré en situación. Así, lo primero que les pongo es un extracto de una información de Iñigo de Barrón en El País del martes. ¿El tema? El ahorro de las familias:
“El temor a que se prolongue la crisis, y con ella a que suba el paro y caigan los ingresos familiares, ha provocado que se dispare la tasa de ahorro de los hogares y, por tanto, se reduzca el consumo. En el último trimestre del año pasado, se ahorró uno de cada cuatro euros disponibles (uno de cada cinco en el conjunto del año). La tasa se situó en el 24,7% sobre la renta disponible, 1,3 puntos más que hace un año, y el nivel más alto desde 2000, cuando comenzó la serie histórica. Los expertos consultados creen que se ha alcanzado el techo en ahorro y que en 2010, con menos deducciones fiscales y más impuestos, los hogares no repetirán estas cifras, aunque cierren el ejercicio cerca del 18%, opina la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), si se toman como referencia los cuatro trimestres de 2009 en media móvil (más estable y representativa que un dato puntual), la tasa de ahorro subió 5,9 puntos y se situó en el 18,8% de la renta disponible, es decir, se guardó uno de cada cinco euros. Esta cifra supone 0,4 puntos más que en el tercer trimestre y también su nivel más alto de la serie histórica.
En una nota, el INE dice que los hogares ahorraron más por el aumento de la renta disponible bruta -el 1,1%, pese a la caída de ingresos por salarios- y la disminución del gasto en consumo en un 5,5%. Así, las familias elevaron su capacidad de financiación hasta los 74.604 millones, un 7,1% del PIB. Esta cantidad es casi 11 veces superior a la de 2008”.
Dicho esto y demostrando que soy un periodista económico de bajo calibre, la duda es: ¿si las familias ahorran cada vez más y ese ahorro, supongo no se quedará bajo el colchón sino en las entidades financieras, por qué sigue sin fluir los créditos? Porque sí, el rollo de tapar agujeros está bien, pero entre unos dineros públicos y otros particulares, creo que no debe ir tan, tan mal la cosa, ¿no?
lunes, 5 de abril de 2010
¿Fue Moisés asesinado?
Casualidades de la vida, en estas fechas tan religiosas he visto un documental que, a priori, nada tenía que ver, pero que resultó ser revelador sobre el éxodo del pueblo judío en busca de la Tierra Prometida.
El título del documental, “Batallas Legendarias: Moisés, persecución mortal”. A lo largo de sus 45 minutos aproximadamente de duración s nos presenta la travesía de dicho pueblo, pero desde un punto de vista militar. En el mismo, hablan de Moisés como un militar sagaz y tremendamente inteligente que sacó todo el rendimiento del ejército con el que contaba (especialmente meritorio el paso por el Mar Rojo, sin necesidad de separar aguas ni nada).
Lógicamente es un punto de vista parcial y basado en los documentos religiosos con los que se cuenta (de hecho, haciendo caso de esos textos, Moisés habría vivido más de 80 años ya que cuentan que estuvo 40 años en el desierto antes de liberar a su pueblo y otros 40 en busca de la Tierra Prometida; cosa que me resulta, como poco, chocante), pero es interesante ya que plantean los hechos con otro cariz diferentes al conocido, al menos por mi parte.
Así, hablan de que la persecución de los egipcios fue una reacción a una matanza realizada por los israelitas en su salida de Egipto. De hecho, el documental nos presenta a un pueblo feroz y guerrillero, sin remordimientos a la hora de exterminar a pueblos contrarios.
También hablan de Moisés como un dictador divino ya que, impuso su voluntad tras bajar del monte Sinaí con los Diez Mandamientos. Para ello, hizo ejecutar a buena parte de su pueblo como muestra de poder.
Esto, unido a muchas otras decisiones, causaron el malestar de su pueblo lo que, según este documental, provocaría que asesinasen a Moisés justo antes de llegar a la Tierra Prometida. Una teoría mucho más creíble, aseguran, que supuesto el castigo divino por haber cometido una pequeña falta tras años de ‘servicio ejemplar a la causa’.
Espero haberos picado la curiosidad y que veáis el documental.
viernes, 2 de abril de 2010
Poner una Flecha en Flandes
Apenas restan unas horas para que arranque uno de los mayores espectáculos del mundo ciclista, la Ronde van Vlaanderen o, traducido al castellano, el Tour de Flandes, una prueba que reúne entorno a la carretera a un millón de belgas que viven la jornada como una auténtica fiesta.
Una carrera que copa la actualidad informativa del país y concretamente de la región flamenca desde los días previos, porque allí es poco más que una religión teñida de fiesta grande.
Una fiesta para la que los grandes favoritos se han preparado a conciencia desde hace un mes, cuando arrancó la temporada de clásicas belgas de pavé con la Omloop Het Nieuwsblad.
Prueba que, precisamente vio el primer triunfo en una carrera de estas características de mi adorado Juan Antonio Flecha. Un Flecha que tratará de reutilizar su arco (en sus celebraciones simula el lanzamiento de una flecha) el domingo a eso de las 17,00 horas.
Eso sí, no lo tendrá nada fácil porque la nómina de candidatos es enorme.
Como cabezas de serie, sin duda, Boonen y Cancellara, seguidos muy de cerca por Pozzato y Breschel. Pero claro, ahí aparecen amenazantes los Devolver (vencedor de las dos últimas ediciones), Gilbert, Ballan o Nuyens, entre muchos otros.
¿Por qué un abanico tan grande? Porque en carreras de este tipo, con carreteras estrechas, adoquín y, puede que también lluvia, el pelotón se puede cortar en cualquier lado.
Yo espero que la carrera vaya loca desde el Oude Kwaremont, una cota de algo más de dos kilómetros, de los que 1.500 metros son de adoquín con una pendiente máxima del 11,3%.
Un aperitivo minutos antes de subir el Paterberg (360 mts. / 12,9% / Máx: 20,3. Adoquines: 350 mts) y el Koppenberg (600 mts. / 11,6% / Máx: 22. Adoquines: 600 mts), cuando aún restarán 80 kilómetros para el final.
Al menos, en las pruebas de preparación, carreras con un enorme prestigio a su vez, hemos visto ataques locos (principalmente de Boonen) en cuanto la carretera se empinaba y se volvía botosa. Demarrajes que destrozaban el gran grupo y permitían ver duelos de primer nivel así como circunstancias ‘curiosas’ (la victoria de Breschel en otras de las clásicas en solitario merced a un ‘no ataque’ que le permitió escaparse de la vigilancia de sus rivales; el adiós a las claras opciones de victoria de Freire en la Gante Wevelgem por un tira tú que a mi me da la risa, etc)
Por si la prueba no anda ya decidida, como penúltimo plato del menú, tenemos el mítico Muur-Kapelmuur (475 mts. / 9,3% / 19,8%. Adoquines: 475 mts) a 16 kilómetros del final y, para cerrar, el Bosberg, de menor entidad, pero tremendamente dañino con 250 kilómetros y 15 cotas en las piernas.
Afortunadamente, este año, Teledeporte parece que se volcará con el segundo de los Cinco Monumentos del ciclismo mundial (los otros cuatro son Milán San Remo, la París Roubaix, la Lieja-Bastogne-Lieja y el Giro de Lombardía), ofreciendo imágenes desde las 12,40 horas.
Ahora sólo toca esperar que arranque la prueba y disfrutar, especialmente, si Flecha logra armar su arco en el templo flamenco.
PD: Los datos sobre las cotas, han sido recogidos del Foro El Parlamento Ciclista.
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