domingo, 7 de marzo de 2010

Las pensiones, de nuevo las pensiones


El azar, o más bien mis ocupaciones (tanto estudiantiles como laborales), me han hecho estar muy pendientes de la reforma de las pensiones que estas semanas han dado mucho que hablar. Propuestas del Gobierno, reacciones generalizadas, propuestas de FEDEA y 100 economistas, etc.
Aquí añado un comentario interesante del bueno de Moises Naim publicado, como todos los domingos, en El País.

¿Es tóxico jubilarse?
¡Vivir sin tener que trabajar! ¿A quién no le gustaría? Pues, cuidado con quererlo demasiado. Una reciente investigación encontró que quienes han hecho realidad este sueño sufren un sustancial deterioro en su capacidad cognitiva.
Una de las reivindicaciones más celebradas de las sociedades modernas es la garantía que se les da a quienes llegan a cierta edad de contar con un razonable nivel de ingresos sin necesidad de trabajar. Así, lo que para algunos es un sueño, para otros es un derecho garantizado por la ley. Los países más ricos de Occidente han experimentado una verdadera revolución. Durante más de un siglo, en Estados Unidos y Europa, la participación en el mercado laboral de hombres mayores de 65 años ha venido declinando. Por ejemplo, el 75% de la población masculina de EE UU que es mayor de 65 años aún trabajaba a finales del siglo XIX. En 1990 se habían reducido al 16%. La misma tendencia se observa en Europa.
Otra tendencia hasta hace poco muy generalizada era la presión para disminuir cada vez más la edad de la jubilación. En Grecia, por ejemplo, es a los 61 años; en Alemania, a los 67. Esto explica, en parte, la reticencia de los alemanes a subsidiar con sus impuestos el rescate financiero de los griegos.
La crisis financiera mundial va a obligar a cambiar estas tendencias. Para muchos países como Grecia se hace económicamente insostenible no aumentar las edades de la jubilación. La sorpresa es que uno de los efectos no anticipados de estas decisiones puede ser la mejora de la capacidad cognitiva de la población mayor de 60 años.
Ésta es una de las implicaciones que se derivan de la investigación recién publicada por Susan Rohwedder de la RAND y Rober Willis de la Universidad de Michigan en el Journal of Economic Literature. Estos dos expertos han dedicado un formidable aparato analítico y estadístico a verificar si el viejo dicho "músculo que no se usa se atrofia" también se aplica al cerebro (aunque no sea un músculo).
Comienzan aclarando que no hay evidencias científicas de que hacer rutinariamente "ejercicios mentales", como crucigramas, sudokus, rompecabezas, juegos de cartas o vídeos y otras actividades parecidas evita la reducción de las capacidades cognitivas que sucede a medida que envejecemos. En cambio, el trabajo sí.
Basan esta conclusión en el análisis de datos estadísticos y los resultados de pruebas psicológicas aplicadas a personas de más de 60 años en EE UU, Reino Unido y otros 11 países europeos. Encuentran, por ejemplo, que en los países donde los hombres trabajan hasta una mayor edad, los resultados de las pruebas cognitivas son sustancialmente superiores que en países donde los trabajadores se pueden acoger a la jubilación temprana. En Estados Unidos, Dinamarca, Suecia o Suiza, con una mayor edad de jubilación, los resultados en el desempeño cognitivo son el doble de los que obtuvieron Francia, Austria, Bélgica y Holanda, donde la jubilación llega antes. Italia y España ocupan una posición intermedia entre estos dos extremos.
Rohwedder y Willis no sólo compararon países con diferentes edades de jubilación, sino que también compararon los resultados de las pruebas cognitivas a personas en el mismo país y de la misma edad que se han jubilado con los de quienes siguen trabajando. Encontraron que los jubilados (o más precisamente quienes dejaron de trabajar a cambio de una remuneración) obtienen resultados que están 20% por debajo de las personas de la misma edad que aún trabajan.
Todo esto no quiere decir que jubilarse es una mala decisión o que seguir trabajando es lo más deseable. Para muchos esto ni siquiera es una decisión, sino lo que su realidad les obliga a hacer, les guste o no. La situación económica y política de cada país determinará sus opciones. Individualmente, los ahorros, los hijos, la salud, la personalidad y otros factores moldearán estas decisiones. Y seguramente hay muchas personas que estarían dispuestas a pagar el precio de un declive en su capacidad cognitiva con tal de no tener que trabajar. Yo soy uno de ellos.

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