domingo, 2 de mayo de 2010

Matices que cambian todo


Miró la fotografía. Sintió envidia de la alegría de aquel joven francés con el bronce al cuello y pensó que no había marcha atrás. No podía seguir así, no ahora que todo había saltado por los aires. No ahora que su prestigio se había hundido. Ya nadie le miraría igual. Ni siquiera, cuando fuera legal. Porque la sospecha sería más fuerte.
Si, es verdad lo que le decían. El mundo no se acababa. Existían otros caminos, otras puertas por atravesar; pero el sabía que muchas de las puertas que le citaban no existían para él.
Era fácil hablar cuando tenías acceso a todo, al contrario de lo que les había ocurrido a ellos, con el agua al cuello desde que vinieron a este mundo, se repetía.
Por eso, dejó la fotografía sobre la mesa y empezó a preparar el cinturón y la silla con la que trataría de colgarse y decir adiós a esa cárcel de la que había tratado de escapar y de la que nunca lo lograría tras descubrirse el engaño.
No quería vivir como lo habían hecho sus padres y la alternativa con la que soñó se había esfumado para siempre.
Lo sentía por aquellos a los que quería, pero no podía seguir así.

Estas líneas que acaban de leer son ficción, pero están basadas en un caso real. Es la historia del ciclista polaco Kacper Szczepaniak. Éste se había proclamado recientemente subcampeón del mundo sub-23 de ciclocross. Y, para alegría de la familia Szczepaniak, lo había hecho por detrás de su hermano Pawel.
Sin embargo, ambos fueron cazados en las pruebas antidopaje por lo que, probablemente, se les desposeería de los galardones al tiempo que se les impondría la sanción correspondiente.
Pocos días después, Kacper trató de suicidarse aunque afortunadamente, su padre lo evitó.
Según diversas declaraciones de personas cercanas a ambos, se cree que cayeron en la tentación del doping para tratar de asegurarse un futuro en el mundo del ciclocross, lejos de su Polonia natal y del ejemplo que vivieron con su padre, un humilde conductor de autobuses que apenas ganaba 250 euros al mes con los que tuvo que hacerse cargo de toda la familia.
Con esta historia no pretendo justificar el engaño y las trampas cometidas por ambos hermanos, pero sí destacar que, en ocasiones, cuando se nos llena la boca emitiendo juicios sumarísimos, deberíamos serenarnos y tratar de tener toda la información antes de hablar.
Porque no me negarán que si les cuento la historia de dos hermanos que se habían dopado para proclamarse campeones del mundo, su reacción hubiese sido muy distinta.
La mía al menos, sí que lo habría sido.

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